24.1.2006

Arquitectura y modos de habitar, #2

Como no se trata de seguidismo populista, sino de satisfacer profundamente las necesidades y deseos de los usuarios desde las soluciones que atiendan sus formas de vida reales y no reiteren respuestas anteriores, pero también ofrecer nuevas alternativas de arquitectura experimental, se plantean una serie de interrogantes cruciales: ¿Cómo conocer realmente los deseos y necesidades de los usuarios? ¿es esto posible? ¿Si no queremos una arquitectura que sea una pura representación de otras formas de vida y habitar anteriores, sino que expresen un modo de organizarla acorde con las exigencias actuales, qué interrogantes despiertan? ¿Cómo hacer una arquitectura de presentación (de nuevos problemas del habitar, de nuevas técnicas y de expresiones formales innovadores) si el lenguaje resultante es desconocido por todos y en consecuencia inaceptable?

La repuesta la aporta Ricoeur cuando advierte que las nuevas metáforas deben estar en tensión con las antiguas para ser comprendidas en su significado y entonces aceptadas. ¿Si tomamos el imaginario del hábitat y éste es representacional y en consecuencia pintoresquista y por ello abstracto, reiterativo y convencional, lo usamos igual?

Se nos impone como proyectistas una disyuntiva, ¿Se deben respetar los imaginarios institucionalizados o instaurar nuevos? (que incorporen incluso los acontecimientos que son desconocidos como representaciones estabilizadas, pero «conocidos» en lo latente por formar parte de prácticas sociales aún no «presentadas» oficialmente). Sobre esto comentaremos el anteproyecto del concurso de SCA (2.004) de Rojas y Adamo, con propuestas respecto al uso del área de actividad común del mal llamado «living comedor». Por ejemplo, la gente sigue teniendo en sus viviendas, ámbitos como livings comedores que insumen a veces el cuarenta por ciento del espacio total y que no los utiliza, pero los mantiene, por el valor simbólico de lo que representa.

Que debería hacer el arquitecto, ¿No respetar esta significación imaginaria y hacer lo que él quiere? ¿Respetar y repetir un espacio inútil?. Observar las prácticas y devolver a la gente imágenes de cómo utilizar el espacio para lo que sí hace parece los más adecuado.

Lo mismo que ocurre con el tradicional y representacional «estar comedor» sucede con los dormitorios de hijos, que los proyectistas diseñan siguiendo la tradición de dos camas individuales paralelas, como si con un placard y dos mesas de noche se cumplieron eficazmente con las actividades de ese ámbito. Todos sabemos que los jóvenes han ampliado sus acciones en la vida cotidiana -su estilo de vida- que no es albergado por estos habitáculos de 3 x 3 m., verdaderas celdas, donde los habitantes mas permanentes de la vivienda deben «sacrificarse» en aras de ceder espacio a la representación abstracta de actividades muy disminuidas del moderno y «lujoso» living comedor.

¿Cuál es la solución? el camino de las prácticas reales de las formas de habitar y el de los imaginarios pueden darnos pistas muy valiosas. No se trata de imponer el imaginario de los arquitectos, que al alejarse de la gente porque no aportan datos de interés, inventan desde sus ideas que suponen (auto)suficientes para dar todas las respuestas.

Cuando el usuario impone todas sus condiciones en lo intradisciplinar desaparece la riqueza de la tensión, o viceversa, cuando desaparece el usuario por imposición del proyectista, nos encontramos con obras sin contradicciones y en cuyos productos se advierte el juego vacío de formas no problematizadas, que emergen de condicionamientos o determinaciones unidireccionales.

Diámica de la presentación – representación

Usuario/ presentacion: Usuario real e imaginado a la vez
Programa/ Presentación: Representación del usuario
Proyecto/ Re-presentación: Del programa y presentación de la forma
Obra / re presentación: Del proyecto. Presentación de la obra

Cada instancia -salvo la inicial del usuario, que es pura presentación, (aunque puede ser representación de otras cosas como ideologías, imaginarios, etc.)- las demás fases son ambas cosas a la vez. Veamos cada uno en detalle.

El usuario, -en si incognoscible- es una entidad -real e imaginaria a la vez- que necesita ser captada e interpretada por quien construye el programa. Si bien el usuario a veces es el que encarga la obra y por lo tanto se representa a si mismo, desde la vivienda colectiva de la modernidad la «figura» del usuario emerge del programa que lo representa y cuya construcción es en lo profesional y académico absolutamente elemental y está lejos de capturar la complejidad del mismo.

El programa, si bien representa al usuario, no es el usuario en si y adquiere entidad por si mismo cuando se ha terminado el proceso de «Proyectar el Programa», por lo tanto el programa es también una creación de autonomía relativa.

El proyecto, si bien representa el programa del usuario, no es la copia ni el reflejo especular del mismo, y adquiere entidad propia, cuando se ha terminado el proceso de «proyectar el Proyecto». El programa sólo puede ser útil como un control del pedido, pero al realizar el proyecto, sin proponérselo el mismo ha sido reproyectado, por lo tanto su rol de control es relativo. En otro momento hemos hablado de «traicionar» el programa. Por lo tanto el proyecto es representación y presentación a la vez.

La obra, es lo que más fácilmente debería representar al proyecto, pero la carga de «otredad» que posee la coloca lejos del proyecto. Esta hecha en otro material, otra escala, otro tiempo, otra dimensión, para otra persona y adquiere finalmente un destino «otro» diferente; el proyecto es para los especialistas y la obra es para todo el mundo.
Por la propia naturaleza de la arquitectura, la otredad está siempre presente y otredad y representación se relacionan; siempre se observa la representación de un otro.

  • Hago el Proyecto para un otro,
  • El programa representa a un otro que es la gente,
  • El proyecto representa a un otro que es el programa
  • La obra representa a un otro que es el proyecto.

En esta sucesión de representaciones se producen distorsiones significativas, dado que cada representación de esta cadena es una traducción de lo decible a lo visible y en consecuencia es una creación. Como no hay traducción punto por punto o literal sino de significados, se trata de comprender cada estadio del proceso en sus significados para crear la mediación siguiente:
En conclusión: «la estructura de la representación -dice Cerdeiras – se apoya en una identidad, en una relación especular de dos términos» y agrega «la representación presupone la existencia de una presencia plena y previa. Sobre el carácter y significado de esta presencia plena se dice muy poco, pese a que es el fundamento mismo de la re-presentación».

«Presencia plena y previa»
Al analizar la presentación inicial, es decir al usuario, se lo supone obvio, se cree que se lo conoce, se lo tiene ahí, es lógico y lo creemos natural, pero se lo ha naturalizado, es decir convencionalizado, de allí se abordan los pasos antes detallados, donde cada estadio aspira o cree ser una representación de algo anterior, pero sólo es una presentación.
¿Es el proyecto una representación de algo? o ¿es simplemente la obra de un arquitecto y que como tal, no representa nada anterior a si mismo?.
En la arquitectura clásica, ésta representa: el poder, la educación, la justicia. La vivienda, la casa, el hogar y la familia, están en último lugar.
En esta cadena del ser de la arquitectura moderna el primer eslabón, el usuario – cliente – comitente – sociedad (no siempre idéntico) es de una importancia capital y esta aparición previa debe tratar de ser plena, aunque sabemos de la imposibilidad del conocimiento absoluto; es decir, no sólo captar aquellos aspectos manifiestos, sino los latentes imaginarios que circulan en la sociedad y que ingresan al procedimiento proyectual desde fuera, por ello los hemos llamado finalidades externas. Pero hay aspectos internos que condicionan los fines externos a la disciplina como significados simbólicos de la materialidad o la forma: que la obra quiere expresar, cuyos requerimientos ingresan al proyecto por medio del arquitecto quien tiene sus «obsesiones formales» temáticas en ritmos diferentes a los que imponen los encargos coyunturales, en un momento posterior.
Si estas son las condiciones de la presentación con las que proyectar el programa es inevitable un equipo interdisciplinario para describirlo con la máxima carga significativa y precisión a la vez.

Si bien aqui hablamos de la importancia de los programas, es necesario aclarar que no lo son menos otros momentos previos a la proyectación de los programas, cuyo material es un insumo necesario de los mismos y lógicamente previos a la creación/invención proyectual, a saber:
1) La pregunta por el sentido de lo que estamos haciendo.
2) La revelación del imaginario social disciplinar de los arquitectos.
La pregunta por el sentido es de carácter filosófico y la indagación del imaginario lo fundamenta la filosofía, pero lo indagan y revelan en la práctica la Antropología Urbana y la Psicología Social.

¿Qué son las significaciones sociales imaginarias? Son representaciones mentales individuales que por variados mecanismos de difusión se hacen colectivas y nos hacen ver el mundo Real de cierta manera.

3.- Los registros de Lacan
¿Pero cómo es realmente el mundo real; cómo lo vemos, sentimos, pensamos, vivimos?, ¿hay coincidencia o identidad entre ambos?. Se suele partir del supuesto que el mundo que vemos y en el que vivimos es tan Real como la realidad que vivimos. Pero no es así, culturas y tiempos diferentes, pueden ver a los demás hombres, los dioses, la luna, el sol, los árboles, como cosas diferentes con sentidos diferentes entre si. Más aún las producciones artificiales de los hombres pueden -y de hecho lo son- percibidas de manera diferente .
Esto nos indica que no es lo mismo lo Real que la realidad. Si bien podemos adoptar otras denominaciones (realidad y representación mental de la realidad), preferimos diferenciarlos según una denominación mas cercana al lenguaje común. Lo Real (la mayúscula nos ayuda a diferenciarlos y además su carácter omnímodo, omnipresente e incognoscible, parece mas acorde con la mayúscula) pareciera ser uno, y las realidades que lo interpretan, son muchas y se deducen o se capturan y se construyen desde el Real, tomando algunas variables, o características, o rasgos del mismo que nos parecen esclarecedores de ese Real. Las realidades se construyen desde distintos saberes particulares, disciplinas, profesiones, etc. y suelen arrastrar prejuicios y esquemas cognitivos propios de esos saberes que inevitablemente se presentan como agotando la explicación de la totalidad de lo Real.

Entonces ¿Cómo registramos el mundo real?, según Lacan, construimos realidades mediante la captación de tres registros diferentes: lo Real (incognoscible), lo Simbólico y lo Imaginario. La realidad, que creemos registrar, en rigor, la construimos -con gran ayuda de la imaginación-. Cada uno de ellos no puede ser comprendido de forma independiente, sino que siempre va anudado a los otros dos. Si bien lo Real era ya incognoscible en Kant, el mérito de los tres registros es que para los arquitectos el mundo simbólico, de gran importancia en la construcción por la necesidad de atender al mundo de los pesos y las medidas, en el cual no hay opiniones encontradas, no debe ser minusvalorado.
¿Cómo se inscriben en la arquitectura?

Lo Real es la forma de vida, imposible de capturar en sus infinitas dimensiones concretas y casi imposible de representar por los sistemas conocidos.
Lo simbólico: es el universo de lo consensuado y posible de mensurar mediante símbolos.
Lo imaginario: es el mundo de las imágenes, en sus formas espaciales significativas.

Así con estos insumos, no «datos objetivos» carentes de significado, los arquitectos construimos realidades que adquieren la forma de espacios significativos, los cuales para registrarlos hace falta apelar a su dimensión simbólica e imaginaria, sin olvidar su carácter ontológico, por ser el mundo real.
Debemos tener presente entonces que el Programa no puede construir representaciones idénticas al Real, por más que lo quiera. El Programa de las formas de vida, es una creación inspirada en las reales formas de vida, pero es una abstracción de lo que ocurre realmente, por reducir las variables que lo componen y tomar sólo alguna de ellas, es decir, apenas un pálido reflejo. Esto no nos debe alarmar, simplemente es apenas lo que podemos hacer. En igual medida el proyecto -inspirado en este programa- será una creación respecto del mismo y en consecuencia lo traicionara, no será una respuesta en espejo del programa. De igual modo la obra construida será otra cosa, algo diferente al usuario, al programa y al proyecto. Este entrenamiento en lo creativo proyectual y en el momento receptivo, es propio de los arquitectos. Esta comprensión del especialista lo aleja del lego, como en cualquier disciplina, con las consecuencias de distanciamiento e incomprensión mutua.
El lego es el cliente, el comitente, el usuario que hay que conocer para comprender, para interpretarlo en su mundo Real. Pero esta representación no es el destinatario, sino su interpretación, es una representación imaginaria que hemos construido del mismo. Hay una diferencia, un resto finalmente incognoscible.

Los no entrenados tiene sus propias representaciones preferidas de lo que quieren. Suelen ser las casas llamadas «pintoresquistas», sean Tudor, Pulte, Heidi, Chalet, y en algunos casos en «estilo» moderno, ¿por qué?; porque en los «gustos personales» cada uno le pueden otorgar un significado, un sentido sin tener que trabajar «la imagen» para armar una figura con sentido, vienen con el significado conocido asegurado. ¿También en el estilo moderno se puede hablar de pintoresquismo? Sí, si se habla desde una pura imagen y no de la concepción de la obra con todos sus aspectos y exigencias actuales.

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