20.10.2016

¡Patrimonio para todos!

Este curioso lema político lo podría haber gritado la señora Eleanor Abernathy. Pero ella proponía «gatos para todos» en vez de patrimonio, en su campaña para el puesto de alcaldesa de la ciudad de Springfield. Mientras ella recorría la ciudad anunciando su propuesta política, iba tirando gatos por todos lados.

Los objetos patológicos son diferentes pero el trastorno es el mismo.

En la novena temporada de la serie «Los Simpson» aparece este curioso y siempre amarillo personaje, conocido como «la loca de los gatos». Más adelante se descubre que es una acaparadora de animales y que sufre de un trastorno obsesivo–compulsivo conocido como el síndrome de Noé. Las personas que sufren este trastorno tienen la necesidad compulsiva de poseer muchos animales de compañía, más allá del límite en el cual pueden atenderlos de forma mínima.

En 1848, Marx y Engels profetizaron que para el capitalismo, «todo lo que era sólido y permanencia se convertirían en humo”. Ciento sesenta y tres años más tarde el arquitecto holandés, Rem Koolhaas declaró que «entre todo lo que es sólido y permanente, algunos se hacen humo, otros están petrificados por la eternidad».

Hoy el problema es el siguiente, petrificamos para la eternidad objetos arquitectónicos de manera incompleta, algunos apenas terminados.

En todos lados existen personas, que van por las calles envueltas de patrimonios maltratados y gritando : ¡¡¡Aayahsyubajbjsbeuhahajbahabajeosjeajkl… Patrimonio para todos yaghk!!!»

La historia que sigue es uno de ellos, abandonado, prohibido, sujeto a reglamentos que nadie conoce, que no ha sido considerado y que ha dejado de influir en la ciudad.

Ingenio y participación abandonados
Pocos rastros quedan del «club de las esperanzas» en la ciudad de Ermont (Val d’Oise, Francia). En su plan local de urbanismo, no se hace ninguna referencia a esta construcción, sin embargo es el único edificio de esta región que está registrado como Monumento histórico y patrimonio del siglo XX. Sus referentes formales y sus materiales están hasta prohibidos en este documento de normalización urbana. Queda claro que no es motivo de orgullo para la ciudad.

En 1966 el Ministro de Juventud, Deportes y Recreación llamó a concurso para construir mil clubes juveniles. En la época, los suburbios de París se densificaban y estas estructuras culturales y deportivas completaban los mecanismos de gestión urbana. Esta operación tenía un doble propósito, crear una construcción estandarizada y dar a los jóvenes un sentido de comunidad y pertenencia al hacerlos participar en el montaje del futuro local.

El concurso fue ganado por la empresa CIMT y el ingenio de Jean Prouvé. Se propuso una estructura en cáscara que permitía realizar en una sola pieza las paredes y el techo. Limitando así las uniones y facilitando el montaje por los futuros usuarios. Cada lugar recibiría la estructura en cajas de treinta kilos, acompañadas por instrucciones de montaje. In-situ solo era necesario hacer una loza de hormigón como base.

Este modelo de «club de jovenes» será construido en 1967 sólo una vez, el programa será abandonado poco tiempo después, quizás a causa de las manifestaciones de mayo del 68′. Los lugares donde se podían agrupar 200 jóvenes pasaron a ser sospechosos y difíciles de disciplinar.

En el 2008 cuando el municipio quiso sacrificar la construcción por un proyecto inmobiliario, los arquitectos del patrimonio se movilizaron para inscribirlo como monumento histórico. Rem Koolhaas dice que «el patrimonio no es un dominio inocente», el club al principio fue un mecanismo de gestión urbana, hoy es un mecanismo arquitectónico de defensa, sólo es un patrimonio abandonado. Conservamos arquitecturas de forma incompleta, y el club de las esperanzas es un ejemplo de esta paradoja. El ingenio y la participación han sido abandonadas.

Luego de 6 años de abandono nos podemos preguntar, ¿por qué la protección como monumento histórico sólo concierne la construcción? Quizás los conceptos iniciales y sus posibles futuros como son su rehabilitación, su traslado, la participación y el ingenio no están acordes con la sociedad de control actual.

El proyecto original deseaba dar a los jóvenes, llamados por el ministerio «los no organizados», un lugar de encuentro y de conversación. Estos lugares completaban los dispositivos previstos por la sociedad disciplinaria.

Hoy los lugares de encuentro y de diálogo para los jóvenes están principalmente en las autorutas de la web. Esta pregunta merece ser formulada al Alcalde, a los jóvenes de Ermont, al arquitecto encargado de los monumentos históricos, al promotor immobiliario y a nosotros mismos. Las respuestas aportarán las bases para un primitivo futuro. Como dice Sou Fujimoto “la ruina es el final de la arquitectura y simultáneamente su principio”.

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