1.5.2008

Veinticinco años es mucho

Esta nota no pretende ser un homenaje (estaría más allá de su formato), pero debo confesar que en su origen estuve tentado de darle ese carácter. Todo empezó con una detención en mi casi cotidiana caminata por la Avenida de Mayo (la única de la geografía porteña que debe escribirse con mayúscula).

Al pasar por una librería situada en la cuadra del 900, lugar muy caro a mis recuerdos porque en esa cuadra estaba la agencia de publicidad (Radiograf, dirigida por Arnoldo Chamot y su hermano) donde trabajé como dibujante mientras cursaba los primeros años de arquitectura, ví una mesa de ofertas en la que había una pila de la revista Nuestra Arquitectura. Y como el cartel las ofrecía de a tres, decidí elegir aquellas cuyos sumarios resultaban más atractivos para mí.
Para muchos lectores que seguramente no escucharon hablar de esta publicación que superó con creces el medio siglo de fecunda existencia, diré muy en síntesis que Nuestra Arquitectura fue fundada en 1929 por el señor Walter Hylton Scott, quien la dirigió durante muchos años al tiempo que conducía la editorial Contémpora. Sólo para situar al lector a propósito del campo de acción de ese sello editorial, apunto que fue el que publicó un libro que estuvo -y está- en los anaqueles de muchos arquitectos de mi generación: «La madera al servicio del arquitecto» de Severino Pita. En la mesa de redacción de NA había nombres de relieve, como el de los arquitectos Rafael Iglesia, Guillermo Gregorio, Marcelo García Paz, Mónica Lux Wurm y, en ocasiones, Natalio Firszt.
Hay aquí, entonces, la primera apelación para el homenaje del que hablaba al comienzo: traer a la memoria de colegas arquitectos, docentes y estudiantes, e incluso periodistas especializados, la trayectoria limpia y fértil de una revista que condensa en sus casi 600 números la historia de buena parte de la arquitectura y el diseño del siglo veinte. Impresa con las limitaciones técnicas y económicas que caracterizaban esos tiempos, en los que para editar una publicación en buen papel y con aceptables reproducciones en color había que imprimirla en Chile o en Brasil, Nuestra Arquitectura fue durante muchos años, junto con la Revista de la Sociedad Central de Arquitectos, y hasta el advenimiento de la revista Summa, un pilar para la difusión y el debate de ideas en el campo de nuestra profesión.

Otra medalla

Pero hay más. En el número 520 de NA, fechado en junio de 1984 (y con un precio de 450 pesos argentinos, aclarando que un año antes el precio era de 30 pesos argentinos), de un total de 60 páginas, 40 están dedicadas a la obra del arquitecto Miguel Ángel Roca.
Con un texto inicial redactado por Rafael (Felito) Iglesia, la secuencia de realizaciones llevadas a cabo por el arquitecto cordobés resulta sin duda impactante. Sobre todo al examinar la serie de obras diseñadas y dirigidas en la ciudad capital de su provincia.
No hace mucho, al referirme a la noción de peatonal y a una suma de experiencias fallidas en ese orden de ideas, puse como ejemplo máximo en nuestro país a la red de calles peatonales creada por Miguel Ángel Roca en el área central de su ciudad. De ese modo, gracias a un proyecto integrador y con una escala justa, se logró crear en el tejido urbano cordobés una malla de arterias peatonales que no sólo se integra con el trazado del conjunto sino que ofrece al ciudadano la sensación de libertad que es ingrediente esencial en la noción de peatonalidad.
Con frescura y desparpajo, con esa actitud desinhibida y obstinada que caracterizaban la personalidad de Miguel Ángel en esa etapa de su vida, fue sembrando buena parte de Córdoba con una serie de proyectos que suscitaron discusiones, entusiasmos y diatribas. Por eso digo, al advertir en el amarillento ejemplar de Nuestra Arquitectura que dio origen a estas líneas, que 25 años es mucho.
Porque son múltiples los acontecimientos acaecidos en ese lapso. Y eso no sólo se advierte en la fisonomía de las publicaciones actuales, se ve en las comunicaciones vía satélite, en la digitalización de nuestros medios de diseño, en la televisión por cable y la telefonía inalámbrica, en la medicina nuclear y los trasplantes, por mencionar algunas conquistas del último cuarto de siglo.
Pero pese a esa dimensión temporal, las obras de Miguel Ángel Roca siguen exhibiendo los rasgos de su espíritu creador y su hedonismo formal. Es por eso que pensé dedicarle un humilde homenaje a través de estas respetuosas reflexiones.

… este respetuoso comentario.

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