6.4.2009

¿Crónica de viaje?

Hace ya varios años que no me concedía un descanso, y un par de días atrás decidí cruzar el Plata para buscar en la serenidad de Colonia el intervalo de reposo y reflexión que me hace falta. Es la primera vez en la vida que realizo un viaje así en soledad; en el vasto desayunador del Sheraton de Colonia, lleno de familias, parejas y grupos de amigos añosos, soy el único que ocupa una mesa solo.
Pero como no cultivo la autocompasión, ya me hice cargo con mucho pesar de mi viudez y aprovecho el abundante y variado desayuno para hojear este ejemplar sabatino de El País. Y aquí llega el punto que me movilizó para escribir estas líneas.
En la sección Ciudades (sea dicho de paso, buen título y tema para un fascículo semanal) hay un encabezado a todo el ancho de la primera plana en tipografía grande y en mayúsculas (lo que otrora se llamaba «título catástrofe»): LONDRES DEBATE DISEÑO DE VIÑOLY.
Es posible que algunos lectores de arqa.com, habituados a buscar informaciones en la red informática, estén ya al tanto de una noticia que para mí -cautivo de los impresos en papel- es toda una novedad.

La Battersea Power Station
Fue hace tres cuartos de siglo, en 1933, cuando empezó a funcionar la central eléctrica que proyectó a orillas del Támesis el arquitecto Giles Gilbert Scott. A mediados de los ’80 se detuvo y permaneció inactiva durante 25 años.
En 2007 se iniciaron los primeros bocetos de Rafael Viñoly en un predio que, además de la mole edilicia con las 4 chimeneas blancas, abarca 15 hectáreas.
Una dimensión y un marco que, para alguien como Rafael, resultaban altamente inspiradores.
Según cita El País, el autor (que el periódico menciona reiteradamente como «el arquitecto uruguayo» o «el montevideano») señaló: «El proyecto propuesto combina diferentes usos en forma balanceada para asegurar la integración urbana, proveer una nueva solución en el transporte y establecer una estrategia energética que reduce radicalmente el consumo al tiempo que genera un complemento no contaminante a través del uso de energías renovables».
Hay que aclarar que al contrario de la otra usina, que hoy es la Tate Modern, la Battersea Power seguirá generando energía, pero sus chimeneas sólo expulsarán vapor de agua.
El nuevo vecindario contendrá departamentos, un hotel de lujo, un anfiteatro para 2.000 personas, comercios, escuela y dispensario médico.

El dilema de «la chimenea»
La gran controversia originada en Londres, a la que alude el título del diario, hizo centro en un rasgo destacado del proyecto, una torre de 300 metros de altura bautizada desde el comienzo como «la chimenea».
Esta pieza arquitectónica, que a mi me parece excepcional por su armónica resolución, dio motivo a múltiples objeciones que partieron incluso de Boris Johnson, intendente de Londres. Se rechazaba, además del «impacto para edificios patrimoniales», la altura singular del volumen propuesto.
A esos argumentos, Rob Tincknell, director ejecutivo de Treasury Holdings -la empresa desarrollista- dijo: «La conservación de la Battersea Power Station junto a la arquitectura contemporánea va a realzar su importancia al yuxtaponer lo viejo con lo nuevo», y agregó que «los londinenses tienen un apego emocional fuerte con este edificio (ver una nota más adelante), pero la mayoría quiere ver algo positivo funcionando allí. Vamos a alcanzar y superar sus expectativas».
Con relación a ese «apego emocional», Viñoly destacó, como respuesta a las críticas, «Si yo les mostrara las cartas que escribía la gente en la época en que estaban construyendo la planta, ¡la gente la odiaba!». Cosas que suelen acontecer.
De todos modos, el debate resultó corrosivo para Rafael: en diciembre último se bajó a 250 metros la altura de la torre, y este año la «chimenea» desapareció del proyecto.

Lamentable
Con el paso del tiempo, uno adquiere -eso creo por lo menos en mi caso- una sensibilidad que lo habilita para juzgar una creación arquitectónica y urbana. Basado en eso, y sin pecar de infalible, opino que es una pena, es lamentable que ese hermoso volumen cilíndrico no forme parte del proyecto de la Battersea Power Station. Y espero confiado en que el buen sentido, esa virtud que caracteriza a los ingleses, prevalezca. Y que «la chimenea» vuelva a su lugar.

Queda claro que, a pesar del título, esta no es una crónica de viaje. Pero sin duda alude a una cuestión que quizá no hubiera captado de este modo en Buenos Aires. Ciudad que es, fuera de toda discusión, el escenario en el que se formó y maduró Rafael Viñoly como arquitecto.

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