Asomo al vacío

Inmerso en un entorno rural, rodeado por montañas y vinculado al río Teno, se encuentra la pequeña localidad de La Unión, cuyo pueblo disgregado entre predios forma parte de la extensión de la ruta internacional J-55. En este, se plantea la necesidad de proyectar un espacio intermedio, entre la comuna de Romeral y Los Queñes, como lugar de reunión, pausa y contemplación del paisaje. Debido a su carácter genuino, este lugar posee gran interés para quienes transitan hacia la cordillera, ya que, es donde se produce el primer encuentro visual con el gran cajón y las aguas que confluyen dentro de él. El lugar, forma parte de la memoria colectiva de un grupo de montañistas, quienes se reunían en este punto para dar inicio a sus expediciones, y que tras la muerte de uno de sus miembros, se convocaban en torno a una precaria infraestructura- mesa y bancas- instaladas por ellos mismos, dejando así una huella en el lugar.

Es así como la propuesta toma forma para adentrarse silenciosamente en el entorno, excavando una pendiente que se profundiza mediante la experiencia del recorrido hasta llegar al mirador, espacio donde es posible perder la visibilidad del resto del camino, contraponiéndose frente al paisaje próximo, valorando los componentes propios del lugar y comprendiendo que aquellos son los que estructuran la biodiversidad de la zona. La intervención busca reconvertir un espacio desvalorado y deteriorado por la contaminación -micro basurales- y reconformar en un nuevo espacio público sensible con el paisaje natural existente.

El proyecto se logra materializar con piedra de montaña del sector cordillerano, piedras de río, arena y gravilla del mismo territorio para optimizar los recursos. Se utilizaron fierros, mallas de acero para estructurar las piedras, y hormigón para realizar las fundaciones y estaños, estableciendo un contraste entre la ligereza y liviandad del acero contra el peso de la piedra y hormigón.

PRESENCIA EN LA ARQUITECTURA 

1: Primavera 1951:

“Era un día hermoso. No había escuela. Debe haber sido a principios de primavera, podía olerlo […] Recuerdo que me vi corriendo como un niño, y yo tenía esa ligereza y elegancia que no tuve nunca más […] Yo no sabía entonces, pero como hombre viejo que soy ahora, mirando hacia atrás, me doy cuenta de que esta era mi primera experiencia de presencia.

La presencia es como un hueco en el flujo de la historia, donde todo lo repentino no es pasado ni futuro.

De vez en cuando, tengo esa sensación de presencia. A veces en mí, pero definitivamente en las montañas. Si miro esas rocas, esas piedras, consigo un sentimiento de presencia, de espacio, de material.” Peter Zumthor.

De aquellas reflexiones y experiencias que recuerda el arquitecto, se han ido construyendo diversas interrogantes formuladas durante el proceso, y al mismo tiempo, vinculándose con las propias interpretaciones sobre el significado de la presencia, de cómo esta podía ser traducida o lograda en la arquitectura.

Así es como se fue comprendiendo que la presencia se relaciona con lo cotidiano, lo natural, con lo que a veces es silencioso y puede pasar desapercibido, sin embargo, al momento de observar se percibe como algo propio del lugar.

La presencia tiene un estrecho vínculo con aspectos como magnitud, dimensión y escala de las cosas, ya que, existe un grado de lejanía y proximidad entre la obra y el habitante, es decir, cuando estamos más cerca de un elemento ¿es posible percibir una mayor presencia? o ¿es posible observarla con mayor distancia si la obra cobra mayor dimensión en el paisaje?

“ Yo miro un árbol y el árbol no me dice nada”. Un árbol, según Zumthor, es un objeto digno de su fascinación y admiración, por su falta de presunción: “El árbol no tiene un mensaje; el árbol no quiere venderme algo. El árbol no va me va a decir – “mírame, estoy tan hermoso, soy más hermoso que los otros árboles.” Es sólo un árbol – y es hermoso.” Para él, un árbol es un ser puro de presencia obsoleta; en sus términos simples: “Nada especial – increíblemente poderoso”.

Peter Zumthor-  Conferencia “Presencia en Arquitectura – Siete observaciones personales”