11.11.2019

Sueños de Ascensión

El acto de ascender forma parte de un gesto que la humanidad ha realizado día y noche desde que habita la tierra. Mirar al cielo en busca de respuestas y augurios o, simplemente, dejarse maravillar por el espectáculo sobrecogedor de una noche estrellada son actos que se repiten como una constante a lo largo de nuestras vidas. Esos gestos mínimos son la puerta de entrada a la lógica de lo trascendente.

Visión distópica de la Torre de Babel del juego Prince of Persia 

En el mismo momento en que tomamos conciencia de la posibilidad de una dimensión transcendente, se activa la pulsión irreprimible de ascender sin descanso hacia la bóveda celeste. Ya se deba a la voluntad del astrónomo de descifrar los secretos de las constelaciones, a la creencia del sacerdote de que las señales del cielo contienen augurios y describen el futuro o al deseo de morar físicamente más cerca de las deidades, ascender tanto física como espiritualmente forma parte de lo más profundo de la naturaleza humana.

A lo largo de la historia, la combinación indisoluble de lo espiritual y lo matérico ha llevado a los seres humanos a poblar la faz de la tierra de construcciones que, por razones tanto culturales como religiosas, han tenido en la altura el principal reto a superar. Desde la torre de Babel, a medio camino entre el mito y la realidad histórica, hasta las catedrales de la Edad Media, desde la torre de porcelana de Nankín en China y los minaretes de las mezquitas diseminados por todo el Oriente musulmán hasta las torres civiles de los ayuntamientos del Renacimiento, la poderosa simbología que encierra un edificio exageradamente alto, combinación de destreza técnica, reclamo publicitario y, en ocasiones, homenaje a Dios, ha fascinado a los hombres desde tiempos remotos.

Las construcciones en altura, aglutinan voluntades comunes, suponen esfuerzos organizativos y logísticos de primer nivel, y al cabo de los años, dan significado a civilizaciones enteras. Es evidente que en el momento en que las antiguas construcciones fueron izadas, la voluntad principal de construir en altura se correspondía con los deseos individuales de un rey, mago o sacerdote, y por tanto lejos de una visión común compartida, pero también es bien cierto, que una vez erigidos, los edificios altos configuraban toda una identidad común basada en la fascinación.

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