14.12.2011

Entrevista a Fredy Massad, para la revista Traço

Entrevista realizada por Ricardo Batista y Ana Rita Sevilha a Fredy Massad para la revista Traço (Portugal).

¿Ha sido la arquitectura asaltada por la palabra «crisis»?

– En España, evidentemente, sí. A nivel gremial e institucional (Colegios de Arquitectos, por su falta de previsión) la crisis parece haber tomado por sorpresa a los arquitectos. Igualmente, creo que a nivel global, los arquitectos confiaron demasiado en que la forma en que la arquitectura se había concebido en las últimas décadas del siglo XX iba a perdurar eternamente, absolutamente ciegos a la evidencia que el escenario mundial se estaba volviendo totalmente insostenible y obstinados en creer que esa fórmula podría sobrevivir frente a cualquier tipo de cambio.

Pero considero que es fundamental entender que la crisis de ideas antecedió a la crisis económica en la arquitectura y que fue, precisamente, la euforia económica la que pudo mantenerla velada. La crisis de ideas en la arquitectura evidencia el declive ideológico que permitió el encumbramiento incuestionado de los arquitectos- estrella y la trascendencia de su influencia – otorgada por críticos y medios complacientes y conniventes. Una influencia que inoculó a la arquitectura de narcisismo, una obsesión formal que terminó derivando en una supremacía de la objetualidad e iconicidad espectacular pero simplista, que provocó que arquitectos que habían tenido un indudable valor y capacidad de aportación propositiva en el panorama contemporáneo se conjurasen en una carrera irreflexiva que ha acabado extraviado a la arquitectura del reconocimiento de su propia esencia y obligaciones.

El factor problemático en este momento sea quizás el modo en se está asumiendo y definiendo la crisis y las reacciones hacia ella y hacia ese periodo de euforia e inconsistencia ideológica precedente, porque, en mi opinión, existe un fuerte componente de auto-negación y manipulación. En este momento, se están proponiendo transformaciones de estructuras y actitudes que, en realidad, no son más que simulaciones que, de fondo, únicamente tratan de preservar el status quo de la arquitectura como poder e intereses, sin comprender que el estallido de la crisis realmente está evidenciando la necesidad perentoria de plantear otros esquemas y sistemas. Quizás lo que la arquitectura debe reconocer que a lo que se enfrenta es no tanto una crisis sino un crack, y que no hay vuelta atrás. La experiencia (en sentido profundo, no necesariamente la experiencia de esta crisis) tiene que servirnos para posicionarnos con realismo ante este nuevo escenario.

¿Cuáles son los principales cambios que este escenario de crisis ha provocado en la arquitectura y en la profesión de arquitecto?

– Creo que ha producido cambios auténticos y cambios simulados. Estos últimos se han dado entre la gran y pequeña oligarquía arquitectónica. Entre estos grupos, la crisis ha provocado un estado de desconcierto y verdadera desesperación que ha propulsado, a los primeros a huir buscando nuevos mercados; y, a los segundos, a intentar maquillar su perfil para mantener su poder actuando como nuevos adalides comprometidos y salvadores. Los grandes oligarcas que se habían creado enclaves «paradisíacos» para gestar la desquiciada arquitectura del hipercapitalismo (China, Dubai, Rusia…), ahora intentarán abrir nuevos mercados, como Latinoamérica o enclaves en África. Los otros pequeños oligarcas, presas del pánico, han emprendido una huída hacia el pasado, provocando la emergencia de un nuevo conservadurismo y reaccionario purismo que confunde y manipula la idea de la responsabilidad y la ética de la arquitectura, transformándolo en el último concepto «trendy» y políticamente correcto. Los cambios auténticos y en positivo creo que no están relacionados directamente con la crisis sino que se encuentran afirmados en la obra de arquitectos que estaban dando ya la espalda a esa tendencia de arquitectura narcisista, del poder y el espectáculo. Hoy, gracias al cambio de dirección, estas arquitecturas reciben por fin la atención y difusión que los medios y elementos del digamos ‘establishment arquitectónico’ le habían negado, ofuscados por el brillo de esas otras arquitecturas.

¿Qué es lo que la arquitectura está haciendo para afrontar esa crisis?

– Mi sensación es ambivalente. Por un lado, existe una necesidad clara por parte de muchos arquitectos (a escala intergeneracional) de intentar adaptarse a este nuevo contexto, evolucionando, integrando con coherencia realidad económica, necesidades, con las posibilidades de optimización que brindan las nuevas tecnologías, optando por desarrollar sus propios intereses e inquietudes desde la investigación para abrir no sólo nuevas vías técnicas y constructivas sino también para generar simultáneamente una distinta toma de conciencia de la posición y capacidad de intervención en la sociedad del siglo XXI. Creo que es una búsqueda que es también consecuencia de una toma de conciencia de la importancia de afirmar y transformar el sentido de democracia y sociedad. Por otro lado, y como decía anteriormente, en otros arquitectos creo que ha intensificado el ensimismamiento en una pose obsoleta y un pavor casi paranoico de pérdida de los viejos cánones de la arquitectura. En Cataluña acaba de surgir “AxA, Arquitectes per l’ Arquitectura”, una asociación que aglutina a la vieja guardia de la arquitectura, parapetándose en un proteccionismo y una obstinación en seguir manteniendo el autoritarismo y aura poderosa del arquitecto. Subliminalmente en su posicionamiento, se victimizan por cómo su posición se ve amenazada por la circunstancia de la crisis, tomando una actitud de incomprendidos e incluso estimagtizados por una sociedad, incapaces de entender que es el arquitecto quien debe estar al servicio de la sociedad.

¿Qué nuevos caminos pueden ser recorridos en este contexto?

– Yo vislumbro dos ejes fundamentales: por un lado la tecnificación. Que el arquitecto investigue en lo que se podría llamar una nueva industrialización. Superado el fordismo de la Revolución Industrial, hoy debemos plantear una industrialización en coherencia con el potencial que ofrece el mundo digital. Una industria inteligente y flexible al servicio de la arquitectura. Si en los años 90, la revolución de la tecnología digital abocó a la búsqueda de complejas formalizaciones que fracasaron al materializarse (el último ejemplo es el Metropol Parasol de Jurgen Mayer H. en Sevilla, una forzada traslación literal del render digital a la realidad construida que evidencia el desencuentro total entre ambas). Apartarnos de este camino para buscar soluciones realmente basadas en la eficiencia y sostenibilidad que permite la sólida investigación en tecnología digital y en la producción de materiales es uno de los caminos principales. Otro es reencauzar el poder intelectual y creativo del arquitecto en la construcción social y cultural, más allá de la construcción de edificios. Plantear cómo el conocimiento arquitectónico puede ser una sólida base para colaborar en la articulación de unas estructuras sociales en las transformaciones que demanda el siglo XXI.

¿Qué valores añadidos puede este contexto de crisis aportar como legado para la arquitectura?

– Fundamentalmente corroborar que la estructura social y económica ( a niveles locales y globales ) son totalmente insostenibles y así romper con la inercia pasiva en la que estábamos sumidos. Como decía antes, la crisis de ideas precede a la crisis económica, pero la primera no quedo expuesta hasta la llegada de ésta. La crisis económica puso al descubierto lo que muy pocos se habían atrevido a ver tras el trasfondo de espectáculo y sobredosis arquitectónica. Seguramente la crisis hará que se planteen si son necesarias muchas de las estructuras que se construyeron y, más importante aún, reconfigurar la idea de la importancia del edificio, entender y acatar si es o no necesario un nuevo edificio. Olvidar la idea del edificio como pieza decorativa, alienada del contexto urbano; introducir la paulatina transformación de convenciones acerca del significado del bienestar y la funcionalidad del espacio y el edificio para centrarlos en otros parámetros, más esenciales, más capaces de reconocer lo superfluo e incoherente con las necesidades y dinámicas reales del presente.

¿Cree que nos encontramos ante el fin o la devaluación de la llamada «arquitectura de autor» o de la “marca-arquitecto»?

– No. Pese a todo seguimos viviendo en la sociedad del espectáculo y el consumo. Es evidente que no ha habido ningún tipo de autocrítica creíble por parte de los protagonistas. Como he dicho esta arquitectura sigue siendo un buen negocio en otros enclaves y la crisis mundial debería agravarse muchísimo para que esta arquitectura colapsase verdaderamente. Yo constato que este momento es percibido aún como un impasse, subyace la convicción de que la arquitectura-estrella volverá una vez pase la crisis, y no se comprende que ésta es una arquitectura para un mundo ya totalmente obsoleto, insostenible y dañino. En mi opinión, sería deseable que este concepto desapareciera o se transformara, aunque soy pesimista al respecto. De cualquier manera, creo que es difícil prever qué sucederá.

¿Puede el aspecto social de la obra del arquitecto resultar beneficiado por este contexto?

– La arquitectura social pasó a un segundo plano en las últimas décadas, tras la resplandeciente arquitectura de marca. Hasta se dio el caso curioso de que, en un momento, se intentó mediatizar una supuesta arquitectura social convocando a arquitectos que nunca habían demostrado interés por la arquitectura de bajo coste para que ésta tuviera un cierto prestigio digno de interesar a publicaciones. Este caso se dio en la periferia de Madrid, donde se consumaron despropósitos como las viviendas en Carabanchel de FOA o las firmadas por Morphosis, que intentaron recurrir a la fórmula que funcionaba para la otra arquitectura, preocupándose más por la imagen exterior y el objeto que por proponer formas de habitar y proveer de buenos niveles de bienestar a sus ocupantes.

Este es un problema endémico de esta sociedad de consumo, que todo lo que toca lo ha transformado en producto, pero en el caso de la arquitectura social es imposible que esto funcione. Representativo también de la dudosa interpretación sobre lo social que se ha hecho en este contexto, ha sido el hecho de confundir la arquitectura social con arquitectura limosna. Ejemplo de esta trampa me parece la fascinación que genera en Europa el trabajo de ELEMENTAL Chile, con las multipublicadas viviendas en la Quinta Monroy, donde Alejandro Aravena –su responsable- recurriendo a fórmulas que vienen aplicándose en Latinoamérica desde los años 50, ha usado la construcción de unas viviendas miserables como un elemento de proyección para el ascenso de su perfil mediático y situarse en la elite de la arquitectura, vendiendo un concepto de lo social, la arquitectura de la austeridad…que es totalmente farisea: falsa, impostada.

Creo que la post-crisis debe potenciar una reconciliación de los arquitectos con la sociedad a través de una arquitectura inteligente, democrática, basada en nuevos conceptos de industrialización y un planteamiento complejo de la idea de sostenibilidad, que permita una arquitectura no entendida como objeto de lujo sino que comprenda sus fundamentos de calidad en base a la asequibilidad, la accesibilidad, el bienestar…

¿Está de acuerdo con la idea de que durante años el «arquitecto como Arquitecto» se ha convertido en irrelevante frente al «arquitecto artista», el «arquitecto diseñador» o «El arquitecto como entertainer «?

– Estoy totalmente de acuerdo, pero esto no es un síntoma que atañe solamente a la arquitectura sino que es un tema que afecta a toda la cultura actual. Los chefs de cocina han adoptado un perfil parecido. Ser hoy solamente «arquitecto» que piensa, que trabaja para que su arquitectura sea más eficiente, para mejorar y construir la ciudad, parece ser considerado algo demasiado aburrido o anticuado. Hoy todo tiene que convertirse en una especie de performance del ego, del talento y de la individualidad creativa y es evidente que la dedicación prioritaria de muchos personajes que hoy se presentan como ‘arquitectos’ es la creación de su aura y mito y la arquitectura no es más que un pretexto para esta finalidad. Obviamente, con ello la arquitectura ha perdido su fundamento de servicio al individuo y a la sociedad.

Puede sonar una exageración, pero a veces se tiene la impresión de que demasiados estudios de arquitectos (y no sólo los de las ‘super-estrellas’) cuidan más la eficiencia del funcionamiento de sus divisiones de marketing que la dedicación a la reflexión y el desarrollo de su arquitectura. Y crítica, medios, instituciones… se han acabado sometiendo a estas dinámicas, convirtiendo sus acciones en formas de marketing.

En este contexto, me interesa el surgimiento y ascenso meteórico del personaje Bjarke Ingels: un personaje que, con una escasa obra construida pero con un repertorio de ideas supuestamente audaces y visionarias plasmadas en llamativos gráficos digitales, se puso en boca de todo el mundo, despertando una especie de irresistible efecto de fascinación a la que sucumbió todo el sistema arquitectónico, y que muchos críticos no se han atrevido a poner en cuestión por temor a ser acusados de estar fuera de su tiempo. Cualquiera suscrito al newsletter de BIG recibe regularmente la noticia de que el estudio ha ganado un nuevo e importantísimo concurso, con edificios cada vez más imposibles, y estos newsletters están cuidadosamente elaborados con la neta intención de deslumbrar, de afirmar a Ingels como el arquitecto más importante y demandado del momento.

Ingels es el más popular de una nueva generación de arquitectos que, en el contexto del hipercapitalismo, han querido ser celebrities a través de la arquitectura, herederos de las ambiciones de los star-architects y, a la vez, directamente asociables a figuras coetáneas como Justin Bieber o Lady Gaga: productos prefabricados, de consumo rápido, que alcanzan su auge a través de la red, que hacen de cada una de sus apariciones un impacto radical y rápido para un mundo que tiene cada vez más a lo inmediato y a lo acrítico. Pero, al margen de filias y fobias arquitectónicas, para mí la cuestión más peligrosa es que tras el optimismo complaciente que rezuman estos personajes, en su ir a favor de la corriente, en su arquitectura y pose de vanguardismo naif subyace esa peligrosa perversión ideológica que les permite tanto trabajar para dictadores o democracias corruptas como sostener si complejos el capitalismo más extremo sin la menor traba ética.

¿Se puede decir que la recesión ha venido para salvar la arquitectura?

– Este es un tema muy importante, por lo que no conviene frivolizar. No creo que la recesión beneficie a nadie más que a eso que se llaman «los mercados», a los especuladores. Lo que sí es cierto es que la recesión ha puesto freno a una situación insostenible, caracterizada por la irresponsabilidad social y lo poco sostenible del modelo. Pensando en positivo, lo que hoy es difícil, podemos aprovechar este tiempo casi perdido para pensar estrategias y, aunque se vea muy distante, empezar a pensar un nuevo escenario post-crisis, que consistiría en una transformación radical de un modelo agotado que en arquitectura nos llevó a perder muchos de los logros ideológicos conseguidos durante el siglo XX. Es un golpe fuerte que puede hacer que, paulatinamente las cosas mejoren. Pero se depende de una reacción de autocrítica muy profunda, de un reconocimiento de la responsabilidad personal en las causas que han provocado la crisis. De otro modo, no será posible una transformación real y sólida.

¿Barry Bergdoll, curador de arquitectura del MoMA y del diseño en Nueva York, dijo que en su opinión «dentro de 100 años la gente relaciona el fenómeno de los arquitectos estrella con los conflictos de la economía mundial en el siglo XX.» ¿Está de acuerdo?

– Creo que no es preciso aguardar cien años. Es algo evidente y con lo que coincido plenamente. Como decía antes, sería precisa una reflexión profunda y poner este fenómeno en un contexto más amplio de un periodo que tal vez no sea exagerado considerar de decadencia. Sin embargo, da la impresión de que todo lo que se ha escrito sobre el fenómeno de los arquitectos estrella tiene más de caza de brujas que de la necesidad de emprender una auto-crítica en la que se reconozca cómo su influencia ha moldeado las concepciones y expectativas de muchos arquitectos sobre su profesión. En ocasiones la reflexión sobre este fenómeno se acerca más a una lectura superficial – a veces, con la misma superficialidad insultante de la prensa rosa (gossip press)- , que no ahonda en el verdadero significado de este proceso. No se trata únicamente de asumir a los arquitectos estrella como celebrities- prima donna al servicio de poderosos y recapitular esas historias de corrupción y divismos, sino de entender la llegada a ese estado como el de la evidencia de una anulación de valores éticos y democráticos que se suponía que eran intocables.

¿El portugués Gonçalo Byrne afirmó recientemente en una entrevista que la arquitectura portuguesa, por ser un poco más discreta, puede beneficiarse con la crisis. ¿Qué piensa usted?

– Creo que ése es un factor muy interesante de la arquitectura portuguesa y que puede ser un elemento que aporte referencias para otros arquitectos y arquitecturas. La discreción es, en este momento, una cualidad particularmente positiva. No obstante -y separo totalmente esta observación de cualquier apreciación en concreto sobre la arquitectura portuguesa-, quiero insistir que en este contexto general en que nos encontramos, es preciso que austeridad y discreción no se conviertan en términos malinterpretados que sirvan para camuflar y legitimar propuestas arquitectónicas que siguen planteando al edificio como elemento narcisista y objetual. La discreción es un factor en positivo siempre que no sea una mera ‘discreción de superficie’, surgida como gesto estético de tendencia. Se trata de entender que la buena discreción es una actitud que surge de la posesión de un cúmulo de cualidades: inteligencia, sensatez, modestia, respeto… Y quizás éstas sean las condiciones que el arquitecto necesita hoy para entender verdaderamente de nuevo el valor de la arquitectura.

Fuente > http://www.btbwarchitecture.com/2011/12/entrevista-fredy-massad-ricardo-batista.html

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