19.12.2010

El papel de la identidad en la Ciudad 2.0

Creemos que el concepto de identidad es el factor clave para que nuestras ciudades puedan realmente aspirar a una cierta calidad de vida. Esta identidad no es otra cosa, que el motor que debe activar el componente social que todo planteamiento urbanístico debe tener. Es decir, es una de las piezas fundamentales para acceder a la Equidad (igualdad social). Partiendo desde ahí, nos preguntamos cómo se ha transformado el concepto de identidad a lo largo de este comienzo del nuevo milenio. Así que, durante este artículo trataremos de buscar estas claves y cuáles son sus posibilidades de cara a un futuro inmediato.

La primera idea que quisiéramos poner encima de la mesa, es que gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías y a la eclosión de las redes sociales (desde hace aproximadamente tres años), tenemos un mundo de nuevas posibilidades al alcance de nuestras manos. Esta irrupción ha modificado, de forma notable, los modos de vida de casi todos nosotros. El uso de Internet se ha popularizado de tal manera, que hoy es complicado imaginar cómo fue la vida sin pantallas, ratones, ni teclados. Por lo tanto, con mayor o menor intensidad, un gran porcentaje de la población está comenzando a labrarse su identidad digital. Cada vez que intervenimos en cualquier publicación digital, foro, blog o red social, estamos dejando un “rastro digital” que ya empieza a hablar de nosotros y que, como algunos ya se atreven a aventurar, en breve será más importante que nuestras propias acciones fuera del mundo digital.

Hay que tener claro, que detrás de la pantalla, cada vez se esconde menos gente (de manera anónima) y que poco a poco, nos vamos acostumbrando a interactuar en el mundo digital con nombres y apellidos reales. Nos guste o no, nos estamos forjando una identidad en la red que es el resultado de sumar todas nuestras intervenciones en ella. Por lo tanto, nuestra identidad como personas estará compuesta de la que mostremos en el mundo digital y de la que tengamos en el mundo “analógico”. Ambas son igual de reales e importantes.

Dicho esto, conviene recordar que lo importante no es estar en la red, sino la actitud con que estamos en ella. Atrás quedaron los tiempos de un uso individualista de Internet. Por lo tanto, ya no seremos un personaje que solo recibe información de manera pasiva, como sucedía en las web 1.0. Ahora podemos abandonar nuestro cómodo papel de espectador para pasar a la acción y convertirnos en “espectactores”. De esta forma, nuestras acciones en el mundo digital pueden ir encaminadas a “ser red en la red”.

Estamos en una nueva era (del conocimiento y la información), en la que, como bien nos recuerda Juan Freire, por primera vez aparecen plataformas que no se sabe muy bien cual será su uso. Las redes sociales como Twentti o Facebook se ponen en juego sin tener una utilidad única y clara, sino que, una vez son reconocidas por los usuarios, comienzan a crecer en una u otra dirección según el uso que se les den.

El conocimiento ya no va necesariamente de arriba a bajo (por un solo canal), sino que ahora podemos aprovechar las posibilidades de doble vía de la red (de carácter horizontal), compartiendo y generando conocimiento e información. Una vez dado este primer paso será fácil producir sinergias entre otros “espectactores” para llevar a delante proyectos comunes.

¿Pero por qué esta reflexión es tan importante a la hora de plantearnos cómo deben ser nuestras ciudades? La razón es bien sencilla. Porque se está produciendo, como bien comenta Antoni Gutiérrez Rubí, “un cambio en nuestra manera de organizarnos, de comunicar y de crear talento y valor en cadena”.

Esta idea nos parece fundamental, ya que Internet no crea monstruos ensimismados y antisociales, como algunos intentan hacernos creer. Bien al contrario, entendemos que potencia el “valor en cadena”, puesto que las redes sociales digitales son plataformas que pueden activar de manera decisiva las redes sociales del cualquier vecindario o barrio. La vida de la calle y de las plazas coge ahora una nueva dimensión a través del mundo digital, produciendo un traslado inmediato de la vida de los espacios públicos al terreno pixelizado (incluso produciéndose interesantes situaciones de hibridación). Por lo tanto, podríamos preguntarnos ¿qué es realmente un espacio público? ¿Es un “lugar físico” o, simplemente, es un “lugar” donde se posibilita que interactuemos con personas que tienen afinidades o intereses comunes? Si damos por sentado esta segunda opción, poco costará entender que la red puede llegar a fortalecer los lazos de unión ente la ciudadanía. Así, esa puesta en común de sus deseos y necesidades se materializará desde distintas perspectivas y, por supuesto, que una de ellas será la participación ciudadana.

Pero, una vez creadas, estas sinergias de intereses comunes, ¿cómo se pueden llevar a cabo? Está claro, que el papel de los técnicos debe resultar fundamental.

Tenemos, la posibilidad de convertirnos en auténticos facilitadores de ideas o, como insisten desde “lapanaderia”, convertirnos en gestores de las movilizaciones que se produzcan. Quizás por ello debamos ir pesando en abandonar el papel protagonista que tanto ha venido gustando a más de uno, para pasar a ser un actor más, dentro de la “función de la ciudad”. ¿Pero cuál pudiera ser nuestra tarea en este nuevo guión urbano? Creemos que tenemos una gran capacidad para convertirnos en el nexo de unión entre una ciudadanía responsable y unos políticos que debieran querer lo mejor para sus sufridos y, ahora sí, informados, votantes.

Por lo tanto, hoy vemos más factible que nunca, conseguir el tan ansiado triunvirato entre políticos (administración), técnicos y la sociedad. Solo así, podrá ser abandonado un urbanismo que, como comenta José María Ezquiaga, “hace poco más que repartir de mala manera edificabilidades”, para dar paso a una nueva ciudad.

No podemos seguir confiando en que los problemas se solucionaran desde arriba, ni pensar que nuestros políticos encontrarán la varita mágica que nos ilumine y nos saque las castañas del fuego.

Nos guste o no, solo con acciones ciudadanas se pude llegar lejos pero no se puede abarcar todo. Como bien apunta José Fariña, estamos en un momento privilegiado de la historia, donde el político ya no propone su programa como a su partido le parece. A día de hoy, lo que se quiere es saber lo que sus votantes están demandando. Así que, el objetivo debería ser poner en evidencia este sentir general a favor de ciudades más sanas y humanas.

Ahora, podemos aspirar a un urbanismo que surja desde abajo y que consiga que cada uno de nosotros nos sintamos parte de él. Encontrar los mecanismos para que la sociedad se implique en esta nueva forma de crear ciudad, será uno de los principales cometidos de los técnicos que quieran participar en estás nuevas dinámicas. A esta actitud, pensadores de la ciudad, como Juan Freire, ya han denominado “urbanismo emergente”.

Por todo ello, pensamos que, realmente, han llegado nuevos tiempos para la participación ciudadana. Ya no se pueden permitir más falsificaciones en las que parezca que se está participando, cuando en realidad se está eligiendo (sin el conocimiento adecuando) una propuesta totalmente dirigida desde arriba. Necesitamos, sí o sí, sistemas que generen una complicidad clara entre la gente, basada en la identificación de ideales comunes que puedan dar paso, por ejemplo, a un asociacionismo activo. Sueños que no sean los de unos pocos, ni los de los económicamente más poderos, sino los de todos sectores. Personas de la tercera edad o los niños (desempolvar urgentemente la “ciudad de los niños” de Francesco Tonucci) deben pasar al primer plano de las propuestas urbanísticas.

Por otra parte, insistimos en que los lazos que se tejen en el mundo físico, se deben fortalecer mediante la interrelación de los ciudadanos con el uso de herramientas digitales. A este respecto, Domenico di Siena (Ecosistemaurbano) viene a decir que “el uso de las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento (en especial las redes sociales), están experimentando nuevas formas de vida pública”. Y aunque estamos totalmente de acuerdo con ello, también es cierto, que este nuevo “empoderamiento” del ciudadano, a través del acceso inmediato a la información, tiene luces y sombras, como todo en la vida. Está claro que aparecen nuevos peligros pero, como comenta Bauman, “el camino de la identidad es un interminable campo de batalla entre el deseo de libertad y la demanda de seguridad”.

Con todo ello, nosotros esperamos que la identidad y la memoria colectiva surjan como pilares que sustenten nuestras ciudades. Ha llegado el tiempo de que la “ciudad trumanizada” pase a la historia convirtiéndose en una nueva ciudad que tendrá una parte física, pero otra parte de ella se vivirá en el espacio de las ágoras digitales. Si ambos mundos aprenden a convivir, no harán otra cosa que retroalimentarse entre sí y convertir nuestras ciudades en lugares más sanos, habitables y humanos.

Publicado por Stepienybarno el 16 de diciembre de 2010 en La Ciudad Viva
http://www.laciudadviva.org/blogs/?p=8261

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