29.7.2008

Proyecto Remodelación la Plaza España, Paseo Independencia y Plaza Aragón: Zaragoza

El Paseo de la Independencia ordena el crecimiento del primer ensanche de Zaragoza, desde el borde del casco antiguo romano, en el lado opuesto al río Ebro y en dirección sudoeste, perpendicular al río.

Proyectado durante la administración napoleónica, se ejecuta sobre terrenos libres tras los procesos desamortizadores en la primera mitad del siglo XIX, con la voluntad clara de conformar un espacio civil representativo, dentro del discurso neoclásico del ornato y la cualificación formal de la ciudad. Se traza con un andador central arbolado y calzadas laterales. En 1961 tiene su primera transformación, eliminándose el espacio peatonal central y transformándose en una avenida de 12 carriles. La nueva sensibilidad social a favor del espacio peatonal y la menor exigencia de superficie destinada al tráfico, dan pié a la segunda transformación, en la que se invierte la proporción de los espacios rodado y peatonal, duplicándose éste y reduciéndose a la mitad los carriles de tráfico rodado, dos de servicio, dos para el vehículo privado y dos para el futuro tranvía. El Paseo recupera así el carácter de espacio social representativo y lugar de manifestaciones sociales, tradicionales, festivas o reivindicativas.

Además de la recuperación de espacio peatonal, la intervención implica una importante transformación urbana. Fuerza una rigurosa continuidad de la superficie peatonal, convirtiendo las bocacalles transversales en calles de acceso restringido sólo desde el Paseo y a través de la acera (un primer paso en su peatonalización). Propone un trazado de la circulación rodada sometido a la geometría de la ciudad y no tanto a los radios de giro y las trazas de supuesta fluidez. Y, por último, recupera los monumentos existentes para el peatón, evitando su desairada situación en isletas entre el tráfico.

Se recupera el concepto de «urbanismo vegetal», disponiendo una doble hilera de tilos de porte generoso, a cuyo ritmo se adaptan los accesos a las calles transversales y la colocación de semáforos y señales. El espacio peatonal se ordena en tres bandas paralelas: una circulación bajo los porches, un paseo bajo la doble hilera de árboles, adyacente a la calzada, y un espacio libre intermedio de mayor anchura que separa las copas de los árboles de la fachada edificada. El mobiliario urbano, quioscos de prensa, paradas de autobús y demás equipamiento se sitúan en las líneas de arbolado, liberando el tránsito peatonal.

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Los bordillos tienen una altura de 7 centímetros, minimizando las barreras y facilitando la peatonalización ocasional de todo el paseo como gran salón urbano. Se ha tratado el espacio peatonal de manera neutra, evitando particularidades, anécdotas, accidentes y toda tentación ornamental. Se utiliza de forma casi exclusiva granito gris claro, cuya única interrupción son las bandas de granito negro que señalizan el paso ocasional de vehículos hacia las calles transversales.

La iluminación del Paseo refuerza sus características arquitectónicas y su ordenación, mediante faroles suspendidos en las arcadas y báculos proyectados para este espacio, que refuerzan la iluminación de la acera mediante lámparas verticales en su fuste e iluminan la calzada desde la horizontal, formando un cierto techo luminoso a modo de pérgola espaciada, ambiguo en su carácter de iluminación de vía rodada o de gran espacio peatonal.

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