27.1.2015

Museo Arqueológico de Vitoria

El Museo Arqueológico de Vitoria se configura a partir del contexto y de la continuidad que establece con el anejo Palacio de Bendaña.

Nos gusta imaginarnos un museo arqueológico como un cofre denso que, como todo cofre esconde en su interior el tesoro que la historia nos ha querido dejar pieza a pieza. No se trata de una historia cualquiera, al menos no sólo de la historia científica de los expertos, ya que esa historia no siempre deja lugar a la imaginación y casi siempre se termina en sí misma. Nos gusta pensar en una historia más nuestra que no termina nunca porque en ella tan importante como la pequeña o gran pieza encontrada bajo el suelo es la mirada de la persona que la contempla.

Una mirada caprichosa que depende más de lo que queremos ver que de lo que vemos. Por eso, el pequeño cofre, denso y hermético por fuera, ha de ser sugerente y mágico en el interior. El espacio que contiene no puede limitarse a ser un espacio ordenador, ni un juego de arquitectura bella pero distante; ha de ser un lugar capaz de evocar lugares y gentes a partir del pequeño fragmento de cerámica que, más poderosa que la roca, ha logrado sobrevivir para hablarnos de la fragilidad del tiempo.En las salas de exposición permanente, los planos horizontales, suelos y techos son muy oscuros. El suelo de madera de «palo», casi negra, y el techo continuo, también negro. Ésta es la caja que nos remite al tiempo, concentrado en las capas de tierra que durante años, una tras otra, han ido conformando ese muro espeso que es la historia. Pero estos espacios están atravesados por unos prismas de vidrio blanco en torno a los cuales se organiza la exposición de las piezas. Por ellos resbalará la luz procedente de la cubierta durante el día, y llevaran incrustados, entre capa y capa, gráficos e información que expliquen los objetos, cuya luz evocará la aventura de la interpretación

El edificio se configura a partir del contexto y de la continuidad que establece con el anejo Palacio de Bendaña, actualmente museo de Naipes Fournier. El acceso principal tiene lugar a través del mismo patio que sirve de acceso al Palacio y permite entender la totalidad del conjunto. Con objeto de ampliar la superficie del patio y dignificar con ello el acceso, la propuesta renuncia a ocupar toda la superficie propuesta. Únicamente se utiliza una estrecha franja que se construye como si fuera un apéndice perpendicular al edificio principal cuya misión es, amén de contener usos de apoyo, ofrecer una fachada al acceso más digna que la representada por el actual medianil de los edificios colindantes. Dado el desnivel de la parcela se accede desde el patio a través de un puente situado sobre un jardín que da luz a las funciones situadas en el nivel más bajo las cuales, de otra manera, quedarían sin iluminación natural en este lateral.

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Funcionalmente el edificio se organiza de manera que las áreas de trabajo, al igual que la biblioteca y talleres, se sitúan en la planta baja orientada a la calle con desnivel más bajo en el solar, con acceso independiente del principal. En la planta de acceso público desde el patio común con el museo de Naipes se localiza el salón de actos y la sala de exposiciones temporales. En el resto de las plantas elevadas se ubican las exposiciones permanentes. La escalera principal que comunica los distintos niveles configura parte de la fachada del edificio hacia el patio de acceso.

Los muros envolventes son en realidad espacios de varias capas. La fachada que define el patio de acceso presenta al exterior un enrejado de piezas de fundición de bronce, de un material que establece claras conexiones con lo arqueológico; y en medio, un muro de dos capas de vidrio serigrafiado contiene la escalera principal que permite, a la vez que se asciende, contemplar el patio de acceso. Por el contrario, el frente que da a la calle baja es más hermético, y se constituye mediante una primera capa de prefabricados de fundición de bronce, en esta ocasión más opacos, con aberturas allí donde se considera necesario y una capa interior formada por un muro ancho que contiene expositores e instalaciones siendo registrable todo él. De esta manera los espacios internos de exposiciones quedan liberados y sólo cruzados por los prismas traslúcidos de luz.

Ícono
Nos gusta imaginarnos un museo arqueológico como un cofre denso que como todo cofre esconde en su interior el tesoro que la historia nos ha querido dejar pieza a pieza. No se trata de una historia cualquiera, al menos no sólo de la historia científica de los expertos, ya que esa historia no siempre deja lugar a la imaginación y casi siempre se termina en sí misma. Nos gusta pensar en una historia más nuestra que no termina nunca, porque en ella tan importante como la pequeña o gran pieza encontrada bajo el suelo es la mirada de la persona que la contempla.

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Contexto
El edificio se configura a partir del contexto y de la continuidad que establece con el anejo Palacio de Bendaña, actualmente museo de Naipes Fournier.

Investigación
Dado el desnivel de la parcela se accede desde el patio a través de un puente situado sobre un jardín que da luz a las funciones situadas en el nivel más bajo, las cuales, de otra manera, quedarían sin iluminación natural en este lateral. Funcionalmente el edificio se organiza de manera que las áreas de trabajo, al igual que la biblioteca y talleres, se sitúan en la planta baja orientada a la calle con desnivel más bajo en el solar, con acceso independiente del principal. En la planta de acceso público desde el patio común con el museo de Naipes se localizan el salón de actos y la sala de exposiciones temporales. En el resto de las plantas elevadas se ubican las exposiciones permanentes. La escalera principal que comunica los distintos niveles configura parte de la fachada del edificio hacia el patio de acceso.

Materia
El frente que da a la calle baja es más hermético, y se constituye mediante una primera capa de prefabricados de fundición de bronce, en esta ocasión más opacos, con aberturas allí donde se considera necesario.

Sistema
Los muros envolventes son en realidad espacios de varias capas. La fachada que define el patio de acceso presenta al exterior un enrejado de piezas de fundición de bronce, de un material que establece claras conexiones con lo arqueológico, y en medio, un muro de dos capas de vidrio serigrafiado contiene la escalera principal, que permite, a la vez que se asciende, contemplar el patio de acceso. Por el contrario, el frente que da a la calle baja es más hermético, y se constituye mediante una primera capa de prefabricados de fundición de bronce, en esta ocasión más opacos, con aberturas allí donde se considera necesario y una capa interior formada por un muro ancho que contiene expositores e instalaciones, siendo registrable todo él. De esta manera, los espacios internos de exposiciones quedan liberados y sólo cruzados por los prismas traslúcidos de luz.

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Vínculos
Las salas de exposición permanente están atravesadas por unos prismas de vidrio blanco en torno a los cuales se organiza la exposición de las piezas. Por ellos resbalará la luz procedente de la cubierta durante el día, y llevarán incrustados, entre capa y capa, gráficos e información que expliquen los objetos, cuya luz evocará la aventura de la interpretación.

Esta obra es una de las obras presentadas por Francisco Mangado, arquitecto magistral en la BIA-AR 2014

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