2.6.2014

Hotel Palafito Del Mar, en Chiloé

El barrio de palafitos Pedro Montt, en la ciudad de Castro, Chiloé, es uno de los barrios más antiguos y característicos de la ciudad, la isla grande, como también de Chile, una suerte de toma sobre el mar, en donde no existe normativa, solo los códigos internos de una comunidad que se ha dispuesto por años sobre el borde costero, sobre el mar, manifestando de paso, un modo de habitar, una cultura.

La ciudad de Castro presenta a gran velocidad cambios, muchos de ellos relacionados al turismo y con ello, este barrio palafítico, comienza a esbozarse como uno de los puntos más atractivos para quienes visitan la isla de Chiloé. Diferentes emprendimientos privados asociados al turismo revitalizan con fuerza un barrio degradado, exonerado y marginal, para ojos y autoridades locales, que se contradice con su, fuerza y encantamiento, el cual, atrae a múltiples viajeros de numerosas partes del mundo, con una mirada desprejuiciada a una identidad cultural.

Iniciativas de privados permiten que muchas de estas construcciones hoy en día en abandono o en profundo deterioro, se puedan reutilizar, recuperando o reconvirtiéndose, en donde conviven, el barrio tradicional, los hostels y los viajeros de paso. Esta situación ha producido, un fenómeno de orden sociológico que hemos visto en el transcurso de un par de años, una vez concluida la obra, una singular “auto revitalización”, de su gente a su barrio. Este fenómeno, que quizás ya hemos visto en otros lugares particulares de Chile, como por ejemplo Valparaíso, de forma tangencial y fuera de apoyos estatales, ha creado a ojos de esta comunidad una reconsideración de su espacio propio, al cual siempre vieron como marginal y pobre, y con ello, el cuidado del espacio común y del espacio propio, su vivienda, por el respeto de personas externas a su medio.

El encargo del proyecto consistió por requerimiento del propietario, proyectar un hotel boutique, que fuese una experiencia de vivir Chiloé, conservando el espacio del antiguo palafito, en donde todos los dormitorios tuviesen vista al estero de Castro, y en donde las mareas estuviesen siempre presentes en cada rincón del proyecto. Es importante mencionar, que en Chiloé las mareas bajan y suben drásticamente y como tal, la arquitectura debe dar cuenta de ese fenómeno. Es así que la propuesta y valiendo el encargo en juego, surge la idea de hacer un palafito compuesto por desiguales palafitos, que en su total componen un paisaje unitario, pero disperso y dispuesto entorno a la vida junto al mar, y de la composición collage que forman en su sumatoria, diversos coloridos, formas y texturas, propias de su entorno.

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Un recorrido central nutrida de una lucarna lineal, alimenta los distintos recintos que se organizan linealmente, cruzando consecutivamente los distintos “umbrales del mar”, que es desde donde uno observa la marea desde el interior del palafito, para concluir finalmente en el principio del proyecto, un estar común, junto al fuego, de acogimiento a sus huéspedes, para el encuentro de los canales y la cultura Chiloé.

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