27.11.2008

Conjunto residencial Castellana Pinar 4

Situados en el límite noroeste del barrio de Salamanca, y ya fuera de la trama ortogonal, los edificios cierran el vértice de la confluencia de las calles Pinar y López de Hoyos con el madrileño paseo de la Castellana.

La actuación obedece a una única iniciativa, que por razones urbanísticas se desdobló en dos intervenciones independientes aunque simultáneas.

Mientras el edificio de López de Hoyos es de nueva planta, el de la calle Pinar se proyectó utilizando la estructura ciñéndose al volumen del edificio preexistente. Circunstancia que nos llevó a proyectar un conjunto sin “solución de continuidad” en el que se identifican ambas actuaciones.
De este modo la primera carecía de elementos que impusieran un determinado lenguaje arquitectónico, en contraposición con el volumen del edificio de Pinar cuya geometría nos hizo optar por la creación de dos grandes prismas a modo de basamento y coronación, tratados en vidrio, con el objeto de relativizar su peso y protagonismo.

Estructuralmente el edificio de nueva planta, dadas la reducida dimensión del solar y la necesidad de crear el mayor número de plazas de aparcamiento posibles, se diseñó con un gran prisma rígido de hormigón armado, coronado por una losa de gran canto, que hace la transición estructural, y sobre la que nacen los soportes de los diez niveles sobre rasante dedicados a viviendas.

Las fachadas no están concebidas como piel sino como límite del volumen, entendiéndose el edificio como objeto permeable, cuyas texturas se hacen extensivas a todo el conjunto y no sólo a sus fachadas. La piedra, el hormigón, el acero y el vidrio definen los volúmenes, que a su vez se autodefinen por el buscado contraste de luces y sombras.

Ha sido siempre una preocupación del estudio el mantenimiento y conservación de las obras. La piedra que domina las fachadas, con un despiece acorde con los ritmos de las mismas, garantiza su noble envejecimiento. Para la limpieza de los vidrios se proyectaron pasarelas transitables colgadas con cables de acero, que hacen las veces de parasoles.

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Otro aspecto destacable en la concepción del proyecto, y que ha sido una constante en la trayectoria del estudio y en especial en proyectos residenciales, es el tratamiento de “la quinta fachada”.
Siempre hemos compartido la idea de que las azoteas de los edificios no deben tratarse como cierres del contenedor proyectado sino como una traslación a distintos niveles del suelo preexistente, dotado por tanto de función vividera. De este modo la quinta fachada es susceptible de uso convirtiéndose en un elemento vivo más de la ciudad, cuya contemplación se integra en el paisaje urbano, y no en una hipoteca visual que el observador padece en cuanto eleva su punto de vista.

Cuando escribimos estas líneas, los edificios no han sido todavía ocupados, pero lo hacemos con el deseo de que tanto los propietarios como el barrio se sientan identificados con las viviendas, haciendo suya la actuación.

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