29.5.2008

Complejo Cultural Teatro 25 de Mayo

Del rescate del teatro surgido de la movilización de los vecinos y la atención de las autoridades es que surge un programa ambicioso. Consiste en usos diversos y múltiple con programaciones complementarias con los proyectos culturales de Buenos Aires. Sumadas a las que surjan de las organizaciones vecinales, esta característica dimensiona un proyecto donde la simultaneidad de usos es esencial, por ejemplo: una obra de teatro, acto cultural o concierto en la sala principal podrá convivir con 4 o 6 cursos y talleres, con proyección de cine arte en la sala de azotea y una muestra de tango en el salón del primer piso.

El 25 de Mayo fue inaugurado en la década del veinte para orgullo de la abundante comunidad italiana de Villa Urquiza, que reunió comprando acciones nada menos que 300.000 pesos de la época. Los empresarios fueron Sívori y Delponti, pero con el tiempo el principal accionista acabó siendo José Gruñeiro, dueño de una próspera panadería vecina. Máximo Gasparutti fue el constructor -y según parece el diseñador, aunque esto no es en absoluto seguro- y Felipe Galante fue el decorador en jefe.
Los socios pensaron en hacer un teatro digno del centro de la ciudad, pero en su barrio. El 25 de Mayo tenía 1500 butacas en platea y dos balcones, todo organizado con amplísimo espacio, ya que el teatro se alza sobre un terreno que cruza entera la manzana. De hecho, palieres y salones delanteros ocupan tanto lugar como la sala en sí, y en otros tiempos el escenario tenía un fondo a cielo abierto que daba a una tranquila calle trasera. Como el teatro tenía su lado comunitario, se entiende una rara característica estructural que tiene. Además de ser un teatro -como se explicó, en la mitad trasera del largo terreno- tenía un enorme salón en el primer piso completamente aislado de la sala en sí y con acceso propio. El que suba allí se encontrará con una mágica cúpula sostenida por columnas, que funcionó muchos años como milonga, sala de actividades, salón de baile y vaya a saberse qué más.
El lugar tenía como vecinas unas amplias cocinas, con lo que se asume que también servía para banquetes comunitarios.
Para 1982, las actividades comunitarias habían cesado, el teatro funcionaba más como cine y se hundía como empresa. Gruñeiro lo vendió ese año a un empresario inmobiliario, que comenzó a alquilarlo. Su destino, fue una bailanta, que arrasó con todos los sistemas de decoración internos con el simple expediente de pintar toda superficie de marrón elefante, el más oscuro disponible, y todas las marqueterías de dorado de lata.
Finalmente, entró en la política del Ministerio de Cultura porteño de revitalizar ámbitos culturales de la ciudad y la Dirección General de Infraestructura porteña llevó a cabo una restauración y puesta en valor con toda la tecnología necesaria y con reutilización para fines comunitarios de varios ámbitos, a cargo del Arq. Alvaro Arrese.

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El Proyecto
La propuesta esta basada en haber recuperado la sala acondicionándola a los requerimientos acústicos, luminotécnicos y escénicos así como de seguridad contra incendio que no tenían en su versión original, incorporando un centro cultural barrial complejo.
Para lograr esto la dirección de cultura del GCBA encargó al estudio Arquitectonika Lopez / Leyt / Lopez / Yablon arquitectos, el desarrollo del proyecto, quienes con un equipo de expertos presentaron la propuesta con la cual se responde a la solicitud de los vecinos precursores del uso, así como a las necesidades de oferta cultural de la ciudad.
El espacio escénico creció, con una total demolición de los precarios camarines y salitas de trabajo laterales, para darle «hombros» a la caja.
El foso de la orquesta se había demolido. Para reconstruirlo se aumentó la profundidad para ponerlo a nivel con el bajo escenario y se le agregaron pistones hidráulicos, de modo de elevarlo para ampliar el escenario y permitir la aparición repentina.
La sala, con los condicionantes de seguridad vigentes, posee una capacidad para aproximada de 800 butacas, que queda suspendida sobre un importante depósito de reserva contra incendio, así como los talleres, camarines y depósitos técnicos y servicios que se agregaron a la escasa capacidad original.
La sala contempla usos diversos como la proyección de cine, teatro y música actividades que requieren características totalmente contrapuestas: ya sea desde la acústica como la lumínica. Para responder a este requerimiento se diseñaron paneles móviles con una cara reflejante y la contrapuesta absorbente para con un simple giro poder responder a ambas características.
El centro cultural se ubico en la azotea y entrepiso donde funcionaba un sector de servicios.
La propuesta consta de 4 salas/aulas divisibles aptas para proyecciones y talleres complementarios de la sala principal como escenografía, vestuario, etc.
Las dos aulas de la azotea expanden sus usos con los espacios exteriores equipados para actividades al aire libre estivales (se incluyeron parrillas).

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Infraestructura: se incorporaron ascensores, toda la instalación de prevención contra incendio, equipamiento escénico actualizado, iluminación de emergencia, parrilla de iluminación escénica, equipamiento de sonido, tratamiento acústico de las superficies, y la instalación termomecánica.

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