30.7.2015

Capilla del Retiro

Esta capilla se levanta como afirmación de la extraordinaria geografía que rodea al conjunto, sin por ello dejar de reconocer los ejes establecidos por el conjunto de edificaciones preexistentes.

Todo arte es un remoto recordar:
cosas oscuras, inmemoriales, cuyos fragmentos
perduran escondidos en el alma del artista
Paul Klee

Se puede volver a mirar lo primitivo, lo artesanal y lo tectónico sin que ello suponga nostalgia, simplemente como una resistencia silenciosa a todo el despilfarro, la frivolidad y el ruido.

A 70 Kms. al norte de Santiago se ubica el valle de los Andes, uno de los más bellos y fértiles de la zona central de Chile. Allí se ubica el Santuario de Teresa de Los Andes junto al Monasterio Carmelita de Auco. En los márgenes de este conjunto y a los pies del  Monte Carmelo, se construyó La Capilla del Retiro junto a la casa de huéspedes del complejo. Hasta allí llegan los peregrinos animados por el anhelo de trascendencia, en busca de silencio y recogimiento.

Esta capilla se levanta como afirmación de la extraordinaria geografía que rodea al conjunto, sin por ello dejar de reconocer los ejes establecidos por el conjunto de edificaciones preexistentes.

El hormigón es la materia que permite resolver la estructura del edificio. El volumen, de estricta economía formal, surge del cruce de 4 vigas que forman una cruz que se apoya en el mínimo estructural posible, de tal modo que la relación con el suelo sea leve y justa. Forma y estructura constituyen aquí una síntesis indisoluble.

Bajo la estricta geometría del volumen de hormigón, se ha excavado un patio cuyo muro de piedra rústica se despliega azarosamente en torno a la capilla, comprimiendo y expandiendo ese espacio  de luz.

Como contrapunto a la magnitud del entorno geográfico, se propuso un pequeño interior umbrío formado por una caja de madera reciclada de las antiguas líneas del ferrocarril. Esta caja cuelga de la estructura de hormigón y se despliega 2 metros más bajo de las vigas que la sostienen, limitando la visión del vacío exterior. El volumen, que parece levitar sobre el suelo, nos refiere a la dimensión espiritual que el espacio interno reclama. Este espacio  se ilumina desde su parte inferior, dejando ver en el interior un cuerpo ingrávido que esconde la racionalidad de sus apoyos, mientras al exterior se deja ver el muro de piedra que conforma el patio. La luz superior se ha restringido manteniendo así una cierta penumbra de la caja, la que  se ve acentuada por el color oscuro de la madera. La dualidad exterior  racional / interior metafísico, tan propia de la arquitectura gótica, asume aquí una nueva expresión comprometida con la modernidad.

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