6.4.2009

Scalae María Teresa Egozcue

En las conversaciones de SCALAE se celebran, pliego a pliego, podcast a podcast, autor por autor, la procedencia, manera de hacer y relación entre pensamiento y obra de -hoy por hoy- cientos de personas vinculadas o próximas de un modo apreciable a la arquitectura. Esa es la condición en Argentina, en España, en Europa, en América... Necesariamente las personas con y de las que se comentan sus trayectorias son o bien hombres o bien mujeres. Dicho esto, saber del modo y manera en que personas como Maria Teresa Egozcue afrontan simultáneamente las condiciones diversas de arquitecto al frente de un estudio capaz, de docente responsable de una unidad universitaria, de responsable corporativo profesional, de sujeto social y, además, de madre en ejercicio pleno produce, cuando menos, vértigo en quien escucha sus palabras. Diremos mejor: puede parecer inalcanzable a "quienes empiezan" esa épica simultaneidad de personalidades en una misma persona en la medida en que se escucha hablar a otros hombres y mujeres arquitectos sobre lo necesario del "abandono de todo lo demás" con el fin de poder abordar y desarrollar intensa, consciente y exclusivamente las labores de la autoría como arquitectos. Y sin embargo... hay personas que insisten y consiguen estar en todas las variantes de su posible historia personal. Maternidad responsable, y paternidad, son asuntos que hoy ya parecen colosales. Y mañana... ¿milagrosos?

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una herencia cultural que me motiva a la búsqueda permanente…
En mi casa fue una sorpresa que yo quisiera dedicarme a la arquitectura. Vengo de padre contador, madre maestra y tía dentista, y de una formación de convicciones y gran respeto por el intelecto. Nada que ver con la arquitectura en cuanto a profesiones familiares, pero sí con la cultura, con la música, con el arte… Tengo una herencia cultural que me motiva a la búsqueda permanente.
La arquitectura no es una profesión fácil, especialmente con respecto a las retribuciones. Sin embargo, si tuviera que volver a empezar, sé que haría exactamente lo mismo. Tanto Guillermo Vidal como yo tenemos una vocación que va más allá de la familia y de nosotros mismos, es nuestra forma de vida y nuestra pasión compartida.
Yo ingresé a la facultad en 1961. Se comenta que ese período, entre el año 61 y el 66, que correspondió al rectorado del Dr. Risieri Frondizi, fue uno de los más brillantes que tuvo la Universidad de Buenos Aires. No es casual que varios de los estudios importantes que hoy siguen trabajando se hayan formado en esa etapa.
Aproximadamente en el año 62 asumió su cátedra de arquitectura Manolo Borthagaray, que venía de trabajar con Alvar Aalto en Finlandia. Esa fue una cátedra excelente, todos los que pasamos por la facultad en aquella época reconocemos en Manolo a uno de nuestros grandes maestros. Era un taller en el que estábamos con Justo Solsona, Javier Sánchez Gómez, Flora Manteola, Erbin y Tony Díaz, y donde se sacaban chispas por las ideas, porque además todos hacíamos concursos.
Esa época fue una cuna de compromiso y trabajo de la que me quedó una especie de metodología hacia el proyecto, una actitud de búsqueda e innovación. Hoy en día, quizás tenemos un proyecto ya dibujado y lo damos vuelta por completo, no tenemos pereza de empezar las cosas de nuevo.

a veces, las buenas ideas se resuelven mejor con pocos recursos…
El primer estudio profesional lo instalamos en una buena época económica en Argentina. En el 65 o 66 y hasta el 72 ó 73, fue un período en el que se trabajó muy bien. Tuvimos una especie de empujón inicial en el que ganamos siete concursos en menos de un año y todos fueron proyectos grandes e importantes y se hicieron. Claro que algunos nos demandaron más tiempo que otros. Nos llevó dieciocho años terminar el Hospital Nacional de Pediatría Garrahan, que es el hospital más grande de Argentina y además es uno de los de referencia más importantes de América del Sur. Concursamos siendo muy jóvenes, yo tenía veintisiete años y me acababa de recibir y los demás integrantes del equipo tenían alrededor de treinta años. Cuando ganamos el concurso estábamos recién casados con Guillermo y de luna de miel, de la que nos volvimos inmediatamente porque pensamos que un concurso así no se gana todos los días. Y, efectivamente, fue uno de los concursos más grandes que ganamos en toda la vida. Lo ganamos de entrada, fue como el regalo de nacimiento profesional.
Se tardó tanto en realizar el proyecto y la obra porque hubo mucha inestabilidad política en el país, democracia, golpes militares, democracia de vuelta… Esto es algo que forma parte de la realidad latinoamericana, que no es la que uno precisamente desea, pero que por otro lado hace seamos menos cómodos y que desarrollemos una especie de fuerza de lucha para alcanzar nuestros objetivos.
Una de las cosas que acá se escucha, aunque parezca una paradoja, es que en Argentina estamos más preparados para afrontar las crisis, no desde el punto de vista económico pero sí desde el punto de vista mental, ya que es raro que una situación de estabilidad económica dure más de cinco años. Nosotros llevamos cuarenta años con un estudio en el país, lo cual creo que es casi heroico… y siempre hemos tratado de ser muy austeros. Creo que a veces las buenas ideas se resuelven mejor con pocos recursos.

los edificios deben estar preparados para cambiar…
Al proyectar sin saber cuánto tiempo va a llevar terminar la obra, tenemos que pensar en algo inmanente, no desde el punto de vista de los materiales sino desde el punto de vista del concepto. Sin embargo, lo construido también necesita ofrecer factores de conexión con la sociedad que en ese momento lo está usando. Los edificios deben ser buenas cajas, continentes, conectados con el entorno. Todo lo externo, la volumetría, las terminaciones exteriores, la fachada, se conectan fundamentalmente con la ciudad, con el espacio de acceso y con la cultura de la época. Pero interiormente el edificio debe ser flexible y estar preparado para cambiar. Y el cambio se da a partir de que las estructuras no lo condicionen, fundamentalmente las vigas, que condicionan más que las columnas, y sobre todo las circulaciones.
Desde el inicio de nuestra vida profesional ya teníamos una especie de filosofía de enfoque del proyecto. Primero, encontrar las dos o tres ideas que hacen más potente un programa y un edificio. Segundo, descubrir lo estructural y lo mutante. Esto tiene que ver con aquella formación inicial vinculada con los metabolistas y con los conceptos de esa época en relación a las estructuras, a lo que cambia y lo que permanece…
Siempre lo hemos manejado con esta especie de patrón de pensamiento, porque es un modelo que te permite generar, en todos los casos, arquitecturas muy diferentes. Nuestros edificios son siempre distintos entre sí, no creemos en un estilo, creemos en la arquitectura como lo tectónico, lo adherido al suelo, lo sustentable. El objetivo no es un lenguaje en sí mismo sino un edificio inscripto en un contexto, en una cultura, con una durabilidad y una mutabilidad, con lo estructural y con una respuesta bioclimática. Entonces, cada caso tiene ingredientes conceptuales que son los mismos pero el resultado es siempre distinto.

creo en la arquitectura que se hace…21.jpg
Yo veo a la docencia como una extensión de la experiencia; no creo en la docencia abstracta, no me puedo escindir entre docente y profesional. Desde el momento en que empecé a hacer docencia, en el año 80, siempre creí que uno debe volcar la experiencia profesional para que el alumno se forme con un claro contacto con la realidad.
Creo que la arquitectura no se enseña sino que se aprende, por lo que el alumno necesita referentes que hayan transitado un peldaño más allá en lo profesional. Pienso que en la facultad se estudia para ser un arquitecto, y un arquitecto que hace, porque no creo en la arquitectura abstracta sino en la que, si se puede, se construye -digo «si se puede» porque no siempre uno cuenta con el apoyo del país o con los medios para poder construir el proyecto-. Yo creo en la arquitectura para la gente, para que la gente la use y la disfrute. Por eso, como docente trato de transmitir, desde la experiencia, las cosas que hacen factible que un edificio se construya. Sin desmerecer la calidad arquitectónica, formamos gente que realmente pueda vincularse con la ejecución. A mí me encanta la obra, porque ahí es donde uno ve cómo
eso que ideó se va convirtiendo en realidad. Y en esa transformación uno tiene que ir readecuando,   revisando, verificando y así dándose cuenta cuál es el mejor camino.

el vínculo con lo contemporáneo es importante…
Nuestro estudio es muy lindo y cómodo. Es un piso ubicado en la calle Cerrito frente a la Av. 9 de Julio, cerca de Retiro. Tenemos un sector de contrafrente donde están todas las mesas, lo que sería el taller, y adelante están nuestros despachos y salas de reuniones.
Siempre nos ha interesado el clima humano en el estudio y nos gusta mezclarnos con la gente joven, costumbre que se remonta a la época de la facultad, especialmente por el hábito concursero. Si bien tenemos pautas y consignas que conducen el trabajo del equipo, nos interesa lo que aportan las personas que se incorporan a la oficina, nos interesa que participen. Creemos que para poder hacer esta especie de tour de force, haciendo concursos en el medio de trabajos, la gente tiene que estar motivada y, para eso, debe sentirse importante. El equipo de trabajo, integrado hoy con Gabriela y Simonetta (ev+pp arquitectos), nos aporta mucha energía y frescura en los proyectos y estamos haciendo cosas que nos gratifican y que probablemente de otra manera no haríamos.
Esto además tiene que ver también con que nosotros nos sentimos jóvenes todavía, aunque parezca mentira. Nos sentimos muy cerca de la gente que está en la facultad y recordamos con mucha alegría y con mucha proximidad esa época, porque de alguna manera generó una forma de actuar que no hemos cambiado, porque nos resulta refrescante y motivante.
En el estudio siempre suena música. Curiosamente, yo descubrí la Facultad de Arquitectura porque siempre pasaba por la puerta cuando iba a mis clases de acordeón a piano. A mí me gusta mucho la música clásica, Beethoven, Chopin, Vivaldi, Paganini, Brahms…
Con respecto al rock, los Rolling Stones no tanto, pero los Beatles me encantan. Sin embargo, prefiero la música tranquila, para poder pensar. Reconozco que necesito paz.
También tenemos una biblioteca que vamos renovando, donde compartimos diversas lecturas y miramos revistas de arquitectura. Estudiamos y analizamos lo que se hace porque nos gusta estar vinculados con lo contemporáneo, más allá de que después hagamos una síntesis y generemos una versión absolutamente propia. No me parece importante estar a la moda pero sí creo que es importante estar inserto en un mundo contemporáneo.

el secreto del éxito…
No estaríamos vivos sin la administración. Sin embargo, la contabilidad no es mi fuerte ni mi interés, a mí me atrae investigar, elaborar fundamentos conceptuales, me atrae la teoría de un proyecto. En ese sentido, con Guillermo nos complementamos muy bien. Él, que además de ser un excelente arquitecto es un excelente economista, tiene la administración en la cabeza y es quien nos tiene al trote con la economía de recursos y con cómo aplicamos el gasto. Creo esto es parte del secreto del éxito, el poder complementarse y respetar las individualidades.
En este momento, somos aproximadamente treinta personas trabajando en varios proyectos y direcciones de obra. Es una alquimia financiera diaria a fin de poder hacer lo que queremos con la calidad que creemos que hay que hacerlo y que además sea redituable. Esta es la parte más compleja e ingrata, es mucho más fácil hacer un trabajo que conseguirlo y sobre todo lograr cobrarlo.

En este momento, somos aproximadamente treinta personas trabajando en varios proyectos y direcciones de obra. Es una alquimia financiera diaria a fin de poder hacer lo que queremos con la calidad que creemos que hay que hacerlo y que además sea redituable. Esta es la parte más compleja e ingrata, es mucho más fácil hacer un trabajo que conseguirlo y sobre todo lograr cobrarlo.

los arquitectos debemos ser agentes de cultura…
He sido presidente del Consejo Profesional de Arquitectura en el período 2000-2004 y lo he hecho con mucho compromiso y con gran satisfacción. Y aunque no me considero feminista, cabe mencionar que fue la primera vez en sesenta años que una mujer fue presidente. Desde ese lugar, he tratado que los arquitectos, no sólo uno sino todos, trabajemos mejor para que la sociedad en su conjunto nos respete y merezcamos el sitio en que debemos estar, pero no porque seamos más elegantes o porque sepamos manejar la estética, sino porque sepamos interpretar las actividades y las necesidades espacialmente y darles el lugar que merecen.
Yo creo en la Arquitectura como bien social y cultural y siento que los arquitectos debemos ser agentes de la cultura, por decirlo de una manera. Me refiero al servicio que el arquitecto debe prestar a la sociedad, como intérprete espacial de las actividades del hombre.

un orden que permite entender y recorrer la ciudad…
Buenos Aires tiene esta especie de orden natural que nos vino de la Ley de Indias, que permite recorrer un espacio público por completo y donde cada pieza arquitectónica se inserta en esta macro-trama compuesta por la manzana y sus normas. Las ciudades como Paris, como Barcelona, Madrid, Buenos Aires, tienen esta especie de trama base donde la diferencia se puede producir a partir del lenguaje, pero hay un orden que te permite entenderlas y recorrerlas.
Creo que en Buenos Aires tenemos todavía pendiente una dinámica de nuevos espacios públicos. Por otra parte, lo que queda en los intersticios de los espacios privados es muy intenso y aún está desaprovechado. Entre nuestras investigaciones, tenemos una teoría que no hemos logrado materializar -incluso hemos hecho algunos proyectos de esa manera- que consiste en el uso semipúblico, o público en algunos casos, de lo que nosotros llamamos «corazón de manzana». Se trata de una plaza interior, hoy subutilizada o mal utilizada que, estando parquizada y no dividida, podría tener entradas desde las calles. Serían pequeñas plazas interiores en cada manzana, sumamente enriquecedoras para la gente que las habita. Pienso que ese es un trabajo urbano que, dentro de la trama existente, mejoraría los espacios verdes de cada sector.

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Respuesta a un estudiante
¿Es muy diferente pensar una arquitectura que va a ser habitada por niños que una que va a ser habitada por ancianos?
Florencia Martín Martín, estudiante de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, FADU-UBA.

Sí, hemos hecho tres hospitales de niños y en todos los casos nos preocuparon los temas de facilidad de accesos y de disminución de riesgos. Por ejemplo, en el Hospital Elizalde, pusimos barandas altas como defensa de balcones y las hicimos de manera que no tuvieran elementos que permitieran a los niños treparse. Hay una serie de cosas que uno piensa cuando sabe que tiene usuarios de tres años a quienes se les puede ocurrir cualquier cosa.
También hemos trabajado en lugares para tercera edad y los problemas son otros, hay que generar accesibilidad, rampas, ascensores… Nosotros tenemos absolutamente internalizado el tema de la accesibilidad porque Guillermo Vidal deambula en silla de ruedas desde muy joven. Todos nuestros edificios tienen rampas y tratamos de que no sean solamente para sillas sino para que todos puedan entrar por un acceso fácilmente franqueable. Creo que es parte de nuestra forma de diseñar el intentar hacer arquitectura para todos, con diseño universal.

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