27.8.2015

Homenaje Scalae a Clorindo Testa

Desde la ventana del estudio se ven las luces y las sombras de un Buenos Aires nocturno, gris. Con el sol se fue cualquier remota posibilidad de color, y la esperanza de que mañana quizás si, quizás amanezca un sol generoso e irisante y con él una ciudad otra vez nueva. Sin embargo, dentro, el estudio es un continuo de color.

En una sala de altura poco convencional, alta, está el escritorio del arquitecto. Es la única mesa, a la vista, de trabajo. Colmada de lápices de todos los colores. Sobre otra mesita, baja, una maquetita infantil de un automóvil.

Ausencia de escala, tiempos sin tiempo, color de sombras y minerales vivos conviven en las paredes en la forma de pinturas, maquetas y planos que se confunden porque, en realidad, son una misma obra, una pequeña maqueta…

De chico hice un dibujo. Lo vi hace muy poco tiempo. En el dibujo estaban todas las fachadas dibujadas como para poder hacer una maqueta. Cuando uno es chico no tiene la intención de hacer ninguna maqueta. Recién ahora hice la maqueta.
Papá era médico. Me preguntó un día cuando yo tenía 14 años, qué es lo que iba a hacer, si ya había pensado que iba a hacer más adelante, o sea, qué iba a estudiar en la facultad. Entonces yo, que en realidad no había pensado nada, le dije, por decir: a lo mejor médico. Entonces mi padre, que era italiano, adoptó una traducción y dijo: ‘de ningunísima manera’. Con lo cual la medicina quedó truncada. Me hubiera divertido, lo mismo que la arquitectura, estudiar medicina.
El motivo es que yo creo que funcionan igual. Creo que tenés que imaginarte muy bien lo que es el cuerpo humano y todas las cosas que vos le podés agregar… para tratar de destruirlo.
No hay reglas. Yo creo que la persona que inventa un by-pass es lo mismo que un arquitecto que inventa por dónde va una cañería o cómo solucionas la unión de dos cosas.
Cuando tenía 15 años, un año después de esa conversación en que la medicina quedó excluida, me divertía en hacer maquetas de barcos, hacía maquetas grandes, de madera, con serrucho, entonces pensé que lo que tenía que estudiar era ingeniería naval para poder hacer los barcos de verdad. Entonces empecé a ir a la Ciudad de la Plata, a 60 kilómetros de acá, a estudiar ingeniería electromecánica, porque la ingeniería electromecánica te servía si ibas a Italia a una facultad que había de ingeniería naval. Hice un año, lo dejé porque me di cuenta que la ingeniería electromecánica no me interesaba y entonces la carrera de ingeniería naval quedó de lado. Pasé a ingeniería civil, hice el examen de ingreso, cursé un año y dejé. Entonces pasé a arquitectura. Y allí me quedé.

hablar italiano…

Por lo pronto había dibujo. Me pasé un año dibujando. Como había dado dos materias que para arquitectura eran equivalentes: análisis matemático y geometría descriptiva, me pasé un año dibujando. Haciendo la voluta del Vignola, y dibujando yesos. O sea que me pasé un año divertidísimo. El profesor de dibujo era un pintor italiano que se llamaba Lorenzo Gigli que era muy despierto. Yo hablaba italiano, entonces hablábamos en italiano. Fue una persona importante para mí porque me acuerdo siempre de él, hay otros de los que no te acordás.
Tardé un tiempo en trabajar. Salí de la facultad y entré en un lugar muy interesante que era el plan regulador de Buenos Aires. En el plan regulador estaban Ferrari Hardoy, Vivanco, Bonet, que eran los que habían hecho en el estudio de Le Corbusier, dos de ellos al menos, el plan regulador de la ciudad de Buenos Aires.
Estuve allí todo un año. También venía -era como una especie de asesor contratado por la Universidad de Tucumán- Ernesto Rogers del estudio Banfi, Peressutti y Rogers… era el año 48. Venía cada tanto a Buenos Aires y hablábamos italiano de nuevo, lo mismo que con Lorenzo Gigli. Me fui a Italia porque hubo un viaje de estudios de la facultad. Fue ese único año. La facultad le pagó a diez alumnos -era por promedio, llamaron a veinte sino no hubiera ido- y viajamos con un profesor que nos acompañó, que era Villalonga, que realmente era muy culto. El viaje por Italia duró tres meses y fue muy bueno. Después yo me quedé en Nápoles, me fui a la casa de mi abuela que estaba cerca de Nápoles y me quedé en Italia. En Italia lo que hice fue viajar, me conecté mucho con los que estaban en la academia española, Vázquez Molezún, que estaba allí becado. Y me hice muy amigo de él. Había otro escultor que se llamaba Amadeo Gabino, con ellos viajábamos y dibujábamos mucho, no fui a ninguna escuela, no fui a ningún curso, no trabajé en ningún lado.
Desde entonces tengo una relación muy buena con el pasado. Y después, al principio del año 51, volví a Buenos Aires. En el 50 había conocido a un amigo, que era amigo de un amigo mío, que era un galerista que se llamaba Van Riel. Me dijo que cuando volviera a Buenos Aires me iba a hacer una exposición. Armé la exposición y en el 51 empecé con las dos cosas porque con unos compañeros míos de la facultad hicimos un concurso. Lo ganamos. Es la Cámara de la Construcción que está construida. O sea que en el año 51, después de una interrupción de casi tres años de no hacer nada, empecé la arquitectura y empecé la pintura a la vez.

en el estudio, pintura y arquitectura…

El estudio era de las dos cosas. Siempre convivieron bien. Ahora también es de las dos cosas. Era un estudio que en realidad era de Dabinovic. Nos juntábamos Rossi, Gaido y yo que éramos los cuatro que habíamos hecho ese concurso. Después hicimos otros concursos que ganamos también.
Muchas veces me dicen: ¿así que tu hobby es la pintura? Yo digo: ‘No, no es un hobby, es otra manera de representar cosas’.
Hay una cosa que siempre me gustó mucho. Un fotógrafo muy bueno que se llama Coppola, es muy buen fotógrafo, en una exposición que se hizo en una gran tienda, en los años 60, dónde presentábamos un concurso que habíamos hecho para Castelldefels, un pueblo que estaba debajo de Barcelona, muy cerca del mar. Era para toda la urbanización de Castelldefels. Eran unos paneles enormes plegados, un desastre, que mandamos y nunca más supimos de ellos. Estos paneles estaban expuestos en esta exposición que era de arquitectura, de pintura y de escultura y muchas de las perspectivas eran mías y a su vez también había una pintura mía. Coppola me ve allí y me dice: ‘Sabe una cosa, Testa, usted cuando pinta parece arquitecto y cuando hace arquitectura parece pintor’. Con lo cuál describió que las dos cosas eran lo mismo. En mi caso, a pesar de que conviven, yo nunca las mezclo y nunca en una obra de arquitectura hago algo para poder poner una pintura.
Yo creo que la arquitectura y la pintura se producen igual. Te sentás en una silla en el café o en tu casa e imaginás todo, lo mismo imaginas una casa que una obra. No sé si a todos los estudiantes de arquitectura les interesa la pintura, hay muchos que pintan y al mismo tiempo hacen arquitectura. Uno es Frangella, están Benedit, Bedel, Fontana. Somos muchos así.
En el caso de la pintura quien la pide es uno mismo, también en el caso de la arquitectura. Hay un punto de partida por eso siempre me gustó hacer concursos. El que te lo pide es una persona abstracta. En el fondo sos vos, guiándote con tres o cuatro cosas que tenés que descubrir en las bases. El comitente no existe. Lo inventás vos. Con el cliente te ponés muy nervioso. Cuando hacés una casa la casa no es para vos, la casa es para el que te pide la casa y el que te pide la casa tiene maneras de vivir y de ver las cosas distintas a la tuya entonces lo que tenés que tratar en realidad es de ser él y de la mejor manera posible contestar como si fueras vos él.
El ideal sería que aunque todas las casas fueran iguales los departamentos, o las casas, parecieran distintos, que cada uno que va después a vivir pueda ver lo que a él le gusta, que a lo mejor es distinto de lo que ve el otro.
En el estudio ahora hay muy pocas personas porque hay muy poco trabajo, pero cuando hay obras más grandes hay más gente, sí. O sea que se va adaptando a lo que hay que hacer. Como éste no es un estudio que tenga seis obras a la vez, sino que normalmente tenés una obra, a lo sumo tenés dos, en realidad siempre hay mucha ingerencia de uno en el desarrollo de la documentación.
Con las computadoras ahora es más difícil. Es más difícil ver. Con la computadora ves una pantalla chiquita, si ampliás para ver todo no ves nada porque es demasiado pequeño.
A una persona que quiere trabajar en el estudio, se le pide cierto entusiasmo, pero nada más. En general han venido muchos chicos jóvenes. Aprenden porque pasa el tiempo. Aprenden acá de la misma manera como yo aprendí en la facultad, pero la intención no es hacer una escuela ni mucho menos. Ayudan al trabajo y como te decía antes, son pocas obras las que se van haciendo en el tiempo una al lado de la otra, o sea, es muy visible la presencia del arquitecto.
En realidad yo creo que ya desde los anteproyectos está definido.

el dibujo, el color…

Hoy despierta mi curiosidad lo mismo que la despertó siempre. No es que uno con el pasar del tiempo tenga más curiosidades. Las curiosidades son siempre las mismas desde un principio, las mismas desde chico.
La curiosidad no es sobre el aspecto que tienen las cosas sino para darte cuenta de cómo son.
A vos te interesa representar una cosa, para entenderla vos. Entonces cuando empezás a proyectar, a pensar y a hacer el dibujo, en realidad estás reproduciendo una cosa que ves y la hacés para entenderla bien.
El dibujo es un medio, el color, yo creo que también las cosas van cambiando con el tiempo, yo creo que hace cincuenta años el color era relativo y ahora hay más color, y además hay más libertad.
Hoy es posible usar el color, incluso en la ciudad de Buenos Aires que es gris. El cuadro ese tiene una inscripción: la ciudad de Buenos Aires crece sobre su cuadrícula y es gris, menos la casa del gobierno que es rosa pálido. O sea que en la ciudad de Buenos Aires en realidad casi no hay color, es gris, y de repente hay algo de color, pero ese color es querido, no es como en ciudades europeas que el color es como una cosa natural. Bueno acá, quizás porque no hay piedras, uno está acostumbrado a que el color sea una pintura. En Buenos Aires todo es agregado, natural no hay nada. La ciudad de Buenos Aires me gusta mucho.
Precisamente por el hecho de las medianeras y el hecho de que ves lejos, te asomás a la ventana y ves ese edificio que está a tres kilómetros de distancia, cosa que en otras ciudades es difícil.

las palomas y los cuervos…

La arquitectura es libre en el caso mío, por lo menos eso creo.
Los modelos yo creo que con el tiempo fueron desapareciendo. O sea, cuando uno está en la facultad siempre hay un modelo que seguís, algo que es el apoyo que tenés. En la época nuestra creo que era más fácil porque en realidad había sólo tres o cuatro modelos. Wright, Mies van der Rohe o Le Corbusier que eran tres personajes muy distintos. Eran muy distintos y entonces, para los alumnos, era mucho más fácil.
En mi caso me interesaba Le Corbusier. Mies nunca me atrajo. Wright era demasiado. No sé quien decía, que era amiga de mi mujer: ‘Too much es demasiado’. Se lo decía al niño que quería comer una galletita más. O sea, me parecen interesantes los tres pero mi afinidad era más con el hormigón de Le Corbusier, con la imagen más mediterránea. Vi Chandigard, en los años 60, y me pareció muy bueno. Aunque me pareció muy bueno además el hecho de que estuvieran medio abandonados pero funcionando… las palomas volaban dentro del edificio. Tampoco sé si eran palomas o cuervos.
En Bombay pasó una cosa interesante, hay un parque con mucha gente, lleno de chicos y acá en el Rosedal cuando yo era chico, dónde está el lago, había una jaula de material, había una reja fuerte y adentro había unos monos y afuera estaban las palomas. En Bombay pasaba lo mismo porque estaba lleno de cuervos afuera que volaban, que se apoyaban en las mesas, comían y vos veías la jaula que era parecidísima a la que había aquí en el Rosedal, entonces nos acercamos a la jaula y dentro de la jaula había palomas. Estaba lleno de palomas que estaban, como acá hubieran estado los cuervos, las palomas afuera y los cuervos adentro; allá las palomas adentro y los cuervos afuera.

Respuesta a un Estudiante, por Clorindo Testa

Sobre la construcción y el detalle… ¿qué importancia cree usted que tiene este último en una obra?
Guido Adler, estudiante de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, FADU-UBA

Yo creo que hay dos cosas, una es el gusto por el detalle y por la terminación de la obra que hay muchos arquitectos que la tienen y otros que no la tienen y eso yo creo que ha sido siempre. Vos ves obras del renacimiento de grandes arquitectos donde el detalle no existe. No importa nada y, en arquitectura contemporánea pasa lo mismo. O sea, te contaba que en Chandigard, las palomas o los cuervos volaban adentro, los vidrios estaban rotos pero en realidad no tenía la menor importancia para ver una obra de arquitectura.
El otro caso son obras perfectas en su detalle donde, en realidad, tampoco tiene importancia para apreciar una obra. Suponte las obras del italiano Scarpa: son cosas llenas de detalles, de terminaciones, de encuentros, de… cosas así que a su vez, vos las notás pero no tienen importancia a la hora de ver la obra. Yo creo que el detalle, o no, da lo mismo, eso depende de cada uno. Porque el amor por el detalle es una cosa que no puede suprimir el que lo tiene.
En mi caso la idea es que no es tan relevante. En pintura también, sí. O sea, la mancha, esto, lo otro, no tiene mayor importancia. Forma parte de la obra también y calculo que en arquitectura es igual. El ornamento es interesante, yo creo que tengo una atracción por el ornamento. Me gusta que la obra tenga ornamento. A lo mejor no los uso, pero a mí la arquitectura barroca siempre me gustó. Ese amor por la forma, por el agregar cosas… a lo mejor es un defecto que uno tiene.

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