12.8.2015

Narciso sin espejo

Publicado en el Scalae Roberto Aisenson. Durante 1988 el director del "Mes de la Fotografía" en París, Jean Luc Monterosso, reveló un particular gusto por la paradoja al nombrar como fotógrafo oficial de la feria nada menos que a un fotógrafo ciego.

Publicado en el Scalae Roberto Aisenson

«Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.»
Oliverio Girondo, «Vuelo sin orillas»

Durante 1988 el director del «Mes de la Fotografía» en París, Jean Luc Monterosso, reveló un particular gusto por la paradoja al nombrar como fotógrafo oficial de la feria nada menos que a un fotógrafo ciego.
Durante todos los días que duró el evento, este singular personaje se paseaba entre las multitudes con su capa roja, su bastón y su cámara de fotos, haciendo lo que suele hacer en público: tomar fotos.
Si conceptualizáramos esta situación, podríamos hablar de un cuarto oscuro detrás de una cámara, pero es ésta otra cámara oscura la que permite captar cualquier exterior inaccesible a la mirada de Evgen Bavcar, nuestro protagonista. *1
A la edad de diez años y luego de dos trágicos accidentes, primero con una rama de un árbol y luego con un mina que explota delante suyo, queda condenado a la pérdida gradual de su visión. Es durante estos breves pero ansiosos meses, antes de la oscuridad definitiva, que decide almacenar en su memoria la mayor cantidad de imágenes; devora libros, periódicos, fotos familiares… toda la información visual que estuvo, o pudieron poner a su alcance.
Este episodio nos permite trazar un paralelo con el panorama arquitectónico actual. A un ritmo vertiginoso estamos siendo bombardeados por un alud formal, todo sustentado en la materialidad de nuestras obras; la idea a primera vista desconcierta porque no podemos llegar a descubrir cuál es el «trágico designio» que nos condiciona para que esto suceda.
De un tiempo a esta parte, los materiales y la construcción han alcanzado un status privilegiado en la definición de la forma arquitectónica.

Parece ser que es un momento particularmente permisivo, que como tal corre el riesgo de la arbitrariedad y la irrelevancia propia del formalismo vacío, se espera que la concretitud y precisión de las leyes que gobiernan la materia, acoten el espectro de posibilidades de un proyecto.
Sin embargo, dado que sólo donde hay reglas hay libertad, el verdadero interés de atender a la materia está en su capacidad de volver a dar sentido a la tarea del arte que consiste en hacer siempre lo mismo, pero nunca igual. Esta antología intenta entonces por una parte aprender de aquellas experiencias en que la buena construcción da consistencia a las obras y, por la vía ejemplar, mostrar que la vanguardia y el sentido común podrían formar parte de un mismo impulso. *2

Las obras envejecen antes de nacer, el tomar formas prestadas (*3) condena la vida útil de un proyecto, su manipulación indiscriminada, cambios de proporción, función y uso exacerbado de materiales, contribuyen a la saturación de la forma y no a su renovación.
Sobre todo en un contexto donde la técnica y la tecnología se han desarrollado hasta un punto tal, en que ellas son escasamente restrictivas, hoy por hoy ya prácticamente cualquier cosa es posible.
El trabajo del arquitecto debería contribuír desde su saber específico a una pregunta común y por medio de su herramienta preferida, el proyecto, contribuir a sintetizar esta problemática. Sin embargo lo que debiera caracterizar a la síntesis arquitectónica es que ella no responde linealmente al diagnóstico, no es la formalización de un estado de cosas, sino la formulación ajustada de una posibilidad.

El juego del libre albedrío aparece como una constante entre nuestro ansioso coleccionista de imágenes y el catálogo de referentes que encontramos a nuestro paso por la ciudad; pero hay algo que los diferencia esencialmente: Bavcar ha estado confluyendo entre dos universos y posee un espejo del mundo dentro suyo, ese reflejo subjetivo (sus fotografías) es una experiencia nada desechable.
En un mundo dónde la necesidad de comunicar, de mostrar, de sobresalir es, como en aquellos que no pueden ver, lo que llamaríamos una necesidad visual corremos el riesgo de que esto se convierta en una valoración reductiva, sectaria, perversa y, en suma, resultado de una postura de prejuicioza hostilidad: la materialización de nuestros proyectos destacan más el juego formal que nuestras intenciones. De esta manera Narciso sin espejo se transforma en un fiel reflejo de su paradoja existencial.
Desde su universo de tinieblas Evgen Bavcar con el tiempo se ha convertido en un ladrón de imágenes invisibles, «… nada le producía mas placer que el hecho de haber robado y fijado en una película algo que no le pertenecía…», aún siendo una ilusión, sus fotografías captan una luz que, por supuesto, escapa a su control.
Desde nuestro universo de luces despertemos el interés en articular nuestra formación general como proyectistas con un pensamiento estratégico acerca de la lógica constructiva de nuestros proyectos; como diría el escritor, filósofo y arquitecto francés Paul Virilio: «no nos ocupemos mas de la tecnología de la construcción, sino de la construcción con la tecnología».
*1 Evgen Bavcar el fotográfo ciego, Revista El Paseante, Ediciones Siruela s.a., 1990, Madrid, España.
*2 Alejandro Aravena, arq. Material de arquitectura, Ediciones ARQ, 2006, Chile.
*3 Peter Eisenman, arq. Workshop de arquitectura expriemental, Centro Poiesis, 1992, Bs.As.

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