27.8.2015

La arquitectura y los pájaros

Conozco parte de esa historia porque el Pájaro me la ha contado varias veces y ahora ríe cuando vuelve a empezar, porque el Pájaro dice que siempre lo asombran las variantes inesperadas.

Scalae Clorindo Testa - Editorial: Alberto Gorbatt

SCALAE Clorindo Testa | Editorial

Con tres inocentes preguntas, comienza cada una de las conversaciones de Scalae. Tres temas que se repiten y que uno supondría no encierran ningún misterio y sin embargo, como al personaje el Pájaro, las variantes inesperadas no dejan de sorprendernos en cada historia. Como frente a una película de la cual ya conocemos su argumento, pero que al cambiar el director o los actores, nos ofrece una nueva mirada. Historias que a su vez se multiplican en miles a medida que resuenan con nuevos matices en cada uno de nosotros.
Tres simples preguntas que no nos desafían ni pretenden develar ninguna verdad eterna, más parecen ser una excusa para escuchar a los actores de nuestra arquitectura desplegando sus vidas y sus pasiones.

Un clima cálido e íntimo rompe las primeras barreras y da lugar a la franqueza y a la emoción, y entonces comenzamos a recordar nuestra infancia y cómo llegó la arquitectura a nuestras vidas, a valorar a nuestros maestros y a aquellos que nos inspiraron, a evocar a los padres, una antigua novia, los viajes, a cuestionarnos, reflexionar e intentar explicar y explicarnos el cómo y el por qué de nuestras obras y proyectos. Pero Scalae intenta aún más y se propone como un puente entre la arquitectura de Argentina y España, como imagina Félix Arranz, un “Ponte Vecchio”, un puente que no solamente conecta y se transita, sino un puente habitado, un puente con vida. Si, tenemos una ventaja, no solamente nos unen la historia y el idioma; compartimos también una misma forma de aprender y ejercer la arquitectura y eso facilita los intercambios que desde hace años existen tanto en lo académico como en lo profesional.
Y con las sucesivas ediciones de Scalae este puente se hará cada vez más interesante porque también nos propone un juego, una especie de partido de ping-pong a distancia donde los relatos se suceden en paralelo, como si fuéramos narradores escribiendo alternadamente un mismo cuento. Una historia en la que se van intercalando reflexiones, utopías o ficciones, para pensar -como el narrador que intenta crear suspenso y retardar la acción y así construir un espacio entre un acontecimiento y otro acontecimiento- entre una obra y otra obra.

El relato esta ligado a las artes adivinatorias, dice el Pájaro. Narrar es transmitir al lenguaje la pasión de lo que está por venir.

Continúo leyendo a Piglia y cada vez encuentro más similitudes entre nuestra tarea de proyectar y la del escritor. Seguramente sentimos la misma adrenalina cuando nos sentamos, lápiz en mano, frente a una hoja de papel en blanco, porque ambos sabemos que aunque nos guíe la intuición o tengamos una clara intención, nunca sabremos realmente cómo va a ser vivida la obra ni cual será el final del cuento. Empiezo a dibujar y la circulación ya no es solamente una función, sino que va describiendo la trama de una historia, creo un espacio intermedio que cambia el ritmo del recorrido y permite un encuentro casual, una ventana desvía la mirada y nos detiene antes de entrar al ambiente principal, una curva crea suspenso y nos obliga a adivinar que habrá al final, un espacio de doble altura nos cambia la perspectiva sin previo aviso.
El ejercicio de convertirnos en arquitectos-narradores parece apasionante, encuentro miles de nuevas conexiones: ¿acaso los materiales que elijo y combino, no son las palabras que utiliza el narrador en su texto? A veces un relato tiene un orden cronológico claro, otros empiezan contando el final de la historia, uno cuenta dos o más historias paralelas, algunas se entrecruzan y otras no, el siguiente contiene un mensaje, otro no llego a descifrarlo. ¿Pasará lo mismo con las obras de arquitectura? Quizás lo único importante sea que esas distintas miradas, nos permitan ser cada vez más creativos.

Sin embargo, no siempre tenemos ese grado de libertad. A veces recibimos un proyecto por encargo o tenemos que responder una necesidad concreta y entonces, como un director de cine, tenemos que crear sobre un guión ajeno. A veces, como un escritor, trabajamos sobre un proyecto personal y tenemos la posibilidad de recrear nuestras propias fantasías. Otras veces elegimos un tema y participamos en un concurso, como si necesitáramos ser interrogados para dar, a través de la arquitectura, nuestra respuesta.
Ese es nuestro lenguaje. Aunque podamos envidiar a aquel que domina el arte de narrar y puede convertir sus palabras en poesía, o al músico que puede convertir la oración en canción, tenemos el privilegio de haber aprendido el arte de construir y poder así materializar imágenes en el espacio. Así es como contamos nuestro cuento, intentando que sea cada vez más sutil, ejerciendo nuestro arte con el único acto de libertad posible: el de hacerlo con impecabilidad.

Como si lo viera a través de la lente pulida hasta la transparencia, un objeto de cristal, invisible de tan puro, parecido al que puede usar un narrador cuando quiere fijar en el recuerdo un detalle y detiene por un instante el fluir de la vida para apresar en ese instante fugaz, toda la verdad.

El fluir de la vida
Ricardo Piglia
Buenos Aires, 1988

Alberto Gorbatt,
noviembre de 2003

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