15.9.2015

Estamos perdiendo el partido?

Pareciera que los arquitectos de nuestra región tienen alguna especial habilidad, puesto que normalmente sobresalen en las oficinas de arquitectura del Hemisferio Norte. Aventuro que se trata de la no-especialización, a menos que hacer partidos claros sea una especialidad...

Pareciera que los arquitectos de nuestra región tienen alguna especial habilidad, puesto que normalmente sobresalen en las oficinas de arquitectura del Hemisferio Norte. Aventuro que se trata de la no-especialización, a menos que hacer partidos claros sea una especialidad. Los partidos son esquemas, dibujos o ideogramas (como lo descubrió inocentemente Christopher Alexander en el lejano 1964). No tienen una referencia automática, sino que la semántica de esos esquemas es a posteriori. Unos pocos Autores inventan partidos, o los traducen de unos programas y escalas en otros programas y escalas; a veces con éxito, otras no.
Hace algunos años César Pelli dio una pequeña clase de Composición en Buenos Aires, en el ámbito de la Academia de Bellas Artes . Mostró varios edificios de diferente escala y función, resueltos con parecidos -parecidísimos- esquemas circulatorios. Bien mirado, es extraño resolver como una «calle» con anexos una casa, y un edificio muy grande, como su ampliación del MoMA.
Un sólo partido en distintas escalas. Peines, decía Pelli para describirlos. Debe ser la palabra que se usaba en tiempos del Funcionalismo, cuando él estudiaba en Tucumán.
Una revolución proyectual que Pelli atribuía a Louis Kahn consiste en pensar una sintaxis organizativa que no esté sujeta a un conjunto de detalles funcionales, sino una disposición más general que se oculta bajo la voluntad del edificio de ser una cierta cosa, voluntad que precisamente corresponderá al arquitecto descifrar. Los edificios que mostró Pelli ese día tenían todos ganas de ser «calles», con variaciones.
Los teóricos de la Academia, Julien Guadet (en 1900) o si se quiere ir más lejos en el pasado, J.N.L. Durand (en 1819) hablarían de distintas composiciones para distintos temas, distintas reuniones de partes. Y en Guadet, Composición quiere decir sin duda organización de esas partes en el «partido», la etapa «más seductora del trabajo del arquitecto». Se deduce que desarrollar esa forma después es puro trámite, construirla una pérdida de tiempo. A menos que esas nuevas etapas contengan otros tantos desafíos, varios «partidos» más para jugar, como hacer todo el edificio transparente o sacarle las columnas interiores.
Esta actitud nos habla de una gran autonomía del proyecto respecto de la realización y de otras circunstancias contextuales; así fue en la enseñanza Beaux-Arts, así es en la que deriva de ella. Nuestros arquitectos tienen gran libertad para diseñar, para buscar soluciones novedosas y encontrarlas. En nuestras Facultades de Arquitectura los partidos claros no son lo mejor, son lo único bueno. Me parece que los partidos claros tienen que ver con la elección de un esquema por razones públicamente justificables, es decir con un esquema capaz de sostenerse ante una selección colectiva, como la que se da en los Concursos de Arquitectura.
Todo sucede como si los jurados de los grandes concursos fueran un comité de profesores de taller puestos a juzgar alumnos. Ante semejantes tribunales no es fácil que apruebe ningún émulo de Pietilä y si pasa Gehry es porque está de moda. Aprueban los que tienen esquemas simples, es decir, «partidos claros».
Nuestro sistema de enseñanza produce gente que valora los partidos claros. La mayoría de los alumnos los copia, una manera segura de saber que son claros (por qué habrían dejado de serlo entre un uso y otro?). Tenemos una cultura del partido, de este esquema como esencia de la calidad arquitectónica.
A eso le llamábamos hacer partidos fuertes.
Para tener partidos hay que tener partes para ensamblar. Los proyectos actuales carecen de ellas. Tienen, eso sí, ensambles constructivos, pero no funcionales. Y nuestra tradición «Beaux-Arts» no es muy fuerte en lo constructivo, puesto que viene después en el proyecto, o ni siquiera viene.
Los edificios monolíticos no presentan partes.
La funcionalidad mecánica aparentemente ya no interesa. ¿Se ha evaporado nuestra habilidad proyectual específica, ya no tenemos algo especial para proveer? Mi pregunta es egoísta: hacer el partido claro era nuestra especialidad nacional. Las modas del monolitismo high tech lo dejan de lado, porque la funcionalidad como organización de partes ha pasado a un segundo plano. Ignoro si nuestro modo de diseñar caerá en la obsolescencia y dejaremos de ser mimados por los estudios de arquitectura del Hemisferio Norte, o si la razón estará del lado de Guadet y habrá una Composición esencial capaz de sobrevivir a esta nueva moda.

Publicado en los Documentos Periódicos de Arquitectura SCALAE, Octubre de 2003.

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