18.9.2009

Atmósfera construida. Peter Zumthor por Hernán Maldonado

Texto de Hernán Maldonado sobre una entrevista realizada al arquitecto Peter Zumthor durante su pasada visita a Buenos Aires para recibir el Premio Pritzker 2009. "Las cosas buenas prevalecen, sólo hay que tener un poco de paciencia" Peter Zumthor

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LA HISTORIA
Siete jóvenes y flamantes arquitectos deciden realizar un viaje de estudios que consiste en recorrer numerosas obras de arquitectura a lo largo de diversos países de Europa. En el meditado recorrido eligen, con entusiasmo, visitar las Termas de Vals, en Suiza, obra de Peter Zumthor (1943 Basilea).
Durante siete horas, los siete arquitectos disfrutan del lugar, viven la atmósfera del espacio y disfrutan de la experiencia del baño mientras analizan con detalle cada rincón sensible del edificio.
Al día siguiente, temprano en la mañana y decididos a compartir las múltiples anécdotas de la jornada, cada uno de los integrantes del grupo se da cuenta de lo mágicamente sucedido: ninguno de ellos ha tomado registro alguno del edificio. No existen fotografías, croquis de recorrido, notas o filmaciones del momento vivido y mencionado. Quizás la conclusión sea contundente: la atmósfera del espacio puede haber sido de tal intensidad y de tal potencia que ella misma haya sido la encargada de reemplazar, o impedir, la reproducción digital de imágenes. Sin saberlo, cada uno de los ingenuos usuarios ha decidido, de manera inconciente, disfrutar el espacio físico con todos los sentidos, con toda la pasión y la necesidad incondicional de sumergirse en una potente arquitectura…

EL ENCUENTRO, LA PERSONA
Con dedicación, he estudiado la obra de Peter Zumthor. Durante días, he leído las diversas entrevistas, libros y publicaciones de su prestigiosa obra. Hace muy pocos días he tenido la oportunidad de realizarle una entrevista intima, un encuentro breve que confirmaría las hipótesis que había elaborado sobre su persona. Zumthor ha alcanzado la gloria, el prestigio y el reconocimiento de sus pares. Ha obtenido el ansiado premio Pritzker.

Durante el encuentro, he compartido con Zumthor la anécdota mencionada. Tras escuchar el relato, con contundencia mencionó: «es un halago lo que decís».
Sobre la historia comentada puedo plantear la siguiente reflexión: así como al escuchar un concierto el ocasional oyente no graba la música ejecutada, o así como al ver una película de cine el ocasional espectador no filma las escenas de la trama observada, la arquitectura es espacio y dicho espacio necesita el desafío de ser recorrido y vivido en toda su dimensión, sin imágenes, sin filmaciones, sin registros artificiales más allá de la experiencia de recorrer y sentir la obra concreta.

Zumthor habla pausado, con autoridad, con entusiasmo. Lejos de su familiar habano y de aquellos pinceles con los que realiza sus personales dibujos, su trato cálido y amable se profundiza en el relato a medida que avanza el intercambio de ideas. Es claro y contundente. Su mirada transmite, en simultaneidad, una firmeza y sensibilidad que seducen. Próximo a recibir el premio se muestra conciente de la importancia del mismo mientras reflexiona acerca de las nuevas posibilidades y oportunidades que puedan surgir a partir del galardón. Se le nota sereno y confiado.

Su mirada es romántica y reflexiva. Su arquitectura estética es atemporal y, con constancia, se mantiene alejada de formas excéntricas y arbitrarias. «Lo que hago tiene que ver con el material y el espacio».
Sobre su obra publicada podríamos reflexionar sobre cada una de las imágenes y, al concentrarnos, descubrir múltiples situaciones latentes de manera tal que la atmósfera adquiere una calidad estética. «Para mi, la realidad arquitectónica solo puede tratarse de que un edificio me conmueva o no».

En su conferencia «Atmósferas. Entornos arquitectónicos. Las cosas a mi alrededor» Zumthor reflexiona acerca de la magia de lo real, el cuerpo de la arquitectura, la consonancia de los materiales, el sonido y la temperatura del espacio; las cosas alrededor, el sosiego y la seducción. Reflexiona acerca de la tensión entre el interior y el exterior, la luz, el entorno, la coherencia.
Repite su lema: «no trabajo con la forma, trabajo con el resto de las cosas, con el sonido, los ruidos, los materiales, la construcción, la anatomía».

Alejado de estereotipos convencionales Zumthor diseña con el tiempo de aliado. Más allá del tiempo transcurrido, sus obras se mantienen y prevalecen como aquel primer día en que fueron inauguradas. Su construcción trasciende a los dibujos, a las imágenes, a las publicaciones. Es capaz de resistirse a la arquitectura del marketing y del consumo. Por momentos (con la necesidad de buscar en lo profundo) desconfío y le pregunto acerca de la arquitectura que le interesa, acerca de la arquitectura que consume y con tranquilidad responde: «solo consumo música, libros, cine, vivencias y experiencias que alimentan mis proyectos. A partir de ello, trabajo».

Cada arquitecto es capaz de desarrollar su propia habilidad creativa. Cada individuo es capaz de incorporar un sistema de producción individual que adopta como propio. Al respecto, Zumthor menciona: «lo hago así, siempre me imagino el edificio y podría decir que prefiero el arte al espectáculo. La arquitectura es concreta, no es abstracta, es concreta».
Con énfasis, es capaz de resaltar la calidad tectónica, lo palpable, lo inmediato. Necesita poder abarcar y sentir el espacio. Necesita, más allá de imponer un concepto, recurrir a múltiples sistemas constructivos: aquellos invisibles e inconcientes, geométricos, artesanales y silenciosos.
«Mi forma de concebir la arquitectura siempre comienza con una fuerte imagen, no solo una idea. Nunca es una idea abstracta. Las primeras imágenes suelen ser naif, todo un desafío que me gusta. El proceso es poder convertir aquella imagen a verdadera arquitectura».

Zumthor pertenece al grupo de arquitectos solitarios. Nos hace recordar al oficio lento y manual. Inflexible en su forma de trabajar es capaz de decidirse por diseñar un monumento conmemorativo para recordar la quema de brujas en Noruega relegando, con actitud extraordinaria, encargos en los cuales no siente afinidad con el programa, con el lugar o con el cliente. En alguna ocasión ha manifestado: «nadie me puede dar ordenes», lo cual le ha creado la fama de arquitecto difícil.

Con meditación, fabrica y produce en un entorno familiar y contenido. Casi como un ermitaño (reside en medio de un pueblo de tan solo 900 habitantes) Zumthor hace gala de su condición artesana y marginal que no corresponde con el común denominador de arquitecto contemporáneo.
Cuando Zumthor reflexiona sobre la forma, aclara: «Si la forma lograda no me conmueve o no es bella para mi, vuelvo de nuevo atrás y empiezo desde el principio».

Su arquitectura es exquisita, sensible y poética. Logra espacios que trascienden la cotidianeidad, el movimiento y el tiempo. «Los proyectos necesitan un tiempo para reposar, algo que conocen bien los escritores y los músicos. Se necesita un tiempo para tener una nueva perspectiva, solo entonces se puede apreciar lo bueno y lo malo; si quiero hacer un buen trabajo, debo tomarme ese tiempo».

Más allá de su reducida obra, de la cantidad de edificios publicados podría mencionar los que a mi parecer son los más emblemáticos: La Termas de Vals y el Museo Kunsthaus en Bregens. Sin embargo, acerca de la totalidad de su obra Zumthor acota: «como a un hijo, quiero a todos por igual».

LA OBRA
1. EL RITUAL DEL BAÑO: Termas en Vals, Suiza. 1996

«No me interesa la arquitectura de papel»

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En ocasiones, la acción del baño puede transformarse en un ritual, en un hecho significativo y trascendental que por momentos alcanza el nivel de una experiencia silenciosa.
La luz a través del vapor, el sonido del agua sobre la piedra, las altas temperaturas y los distintos baños de flores, pueden ser herramientas potentes de diseño que enriquezcan las ideas de arquitectura.
En las termas de Vals, el ritual del baño adquiere significado. El espacio interior ha sido diseñado como una artesanía que contempla el tallar la cueva y transmite la noción directa de construir en la montaña.
La arquitectura tiene cuerpo. Adquiere niveles de sensualidad enfatizadas a través de aquellas fisuras en el techo que liberan la luz y los reflejos. La iluminación es intencionada y concreta. Dista de ser tímida y callada mientras logra transmitir el concepto y el clima deseado.
El manantial de agua colabora con la relajación. Como una cueva geométrica, el concepto de una gran roca se logra desde el comienzo del recorrido. Desde el inicio, el pasadizo de acceso subterráneo, transmite la idea monolítica y la intriga de cómo será mas allá…
Los distintos espacios internos se recortan entre los bloques de piedra. Lejos de ser un revestimiento, la idea de una excavación se siente con potencia y energía. La piedra, transmite una tensión que conmueve.
Entre la imagen del paisaje alpino, el edificio se recorta eterno y solitario. Como si siempre hubiera estado en el sitio. Casi inmortal, inalterable, silencioso.
Por encima, la cubierta de hierba cubre todo indicio. Sin embargo, no es un edificio naturalista.
El arte de construir es también un arte. Mientras los canales de agua manantial se deslizan entre la piedra, el ritual del baño se transformará en una experiencia única e inigualable.

2. CASCARA CRISTALINA: Kunsthaus. Museo en Bregenz, Austria
«Me pedían ventanas hacia el lago pero lo rechacé para no distraer al público de las exposiciones»

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En ocasiones, la arquitectura pretende sugerir más que decir.
El aspecto deliciosamente extraño de un objeto puede llegar a trascender lo físico a través de la esencia de los materiales y la envoltura de una piel evanescente puede llegar a elevarnos hacia lo espiritual.
La Kunsthaus de Bregenz, frente al lago Constanza, es una caja vacía dedicada al arte. Es un objeto extraño y seductor. De día, parece evaporarse, de noche se convierte en una linterna radiante. Su presencia volátil genera un gran misterio en la anatomía del edificio. Vidrio, acero y hormigón.
Como una montaña mágica, no deja ver el entorno exterior una vez adentro. Solo se intuye. La piel esta compuesta de paños de vidrio traslúcidos grabados, que envuelven el espacio sin tocarlo mientras el viento se filtra entre ellos. La constante fluctuación de la luz produce la impresión de que el edificio respira mientras la abstracción de la piel sugiere presencias invisibles. Se reproduce una gran forma monolítica de presencia casi escultórica y es aquella silenciosa abstracción la que le brinda un carácter enigmático.
La obra es poderosa, convincente, autentica y profunda. Es capaz de transportar al visitante lejos de lo cotidiano. Sin embargo, el edificio es engañosamente simple. Planos monolíticos de hormigón dan forma a los niveles de un espacio continuo y vacío. La luz diáfana se confunde entre la neblina del lago y el azul del cielo.
El espacio de la plaza vecina le brinda la atmósfera ideal para contemplar su escala.
Desde ella se perciben detalles de tradición artesana. Se observa arquitectura de calidad que elimina lo superfluo, que penetra en los mecanismos del arte conceptual.
El edificio es la cáscara de un vacío lleno de aire. El arte se acomodará amigablemente y compartirá en silencio los distintos niveles del espacio contenido.

CONCLUSIÓN
Quizás aquellos arquitectos que omitieron los registros digitales hayan confiado en una antigua acción conjunta casi en desuso: invertir tiempo para vivir la experiencia del espacio y sentir la atmósfera del edificio.
Dicha atmósfera, en los ejemplos presentados, se manifiesta de manera intensa y latente. Aun sin haber recorrido las obras, aun sin haber vivido la presencia concreta del personaje, es posible experimentar, en la inmensidad de un instante y a través de un viaje de breves palabras, algunos destellos de la potente experiencia arquitectónica.

Hernán Maldonado
Titular de KLM Kelly-Lestard-Maldonado

hmaldonado@klmarquitectos.com

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