21.1.2016

Una arquitectura del siglo XX que se proyecta al porvenir

El gran desafío, aún no resuelto, es la combinatoria de libertad (de forma, espacio lugar; tiempo de permanencia, etc.) y masividad (accesibilidad de todos a estas soluciones, posibilidad de producción masiva de partes o unidades, participación, etc.) A partir de la segunda mitad del siglo XX, las propuestas hechas por la llamada “segunda generación” de la arquitectura moderna plantearon ideas innovadoras, de las que Archigram fue un referente internacional.

¿Cuál es esa arquitectura que está dando pasos hacia las condiciones de un hábitat del siglo XXI?

Hay quienes han respondido que ese hábitat puede encontrar la solución bajo las profundidades de la tierra siguiendo las experiencias de construcciones de vías y servicios subterráneos, y que esa opción es sustentable y sostenible. Pero, ¿existen otras posibilidades semejantes que puedan ser a levantadas sobre su superficie?

Junto a la tendencia nada despreciable de las ciudades y arquitectura subterráneas, a lo largo de los siglos que cimentaron la arquitectura del siglo XX se fueron produciendo propuestas arquitectónicas futuristas y otras que, en determinados aspectos altamente innovadores, quedaron impresas en la huella de los grandes maestros de la arquitectura moderna (una síntesis se encuentra en la frase de Mies “menos es más”). Todas buscaban responder a las demandas de un tiempo nuevo. Muchas esperaban satisfacer la masividad con igualdad de oportunidades.

Ni una ni la otra encontraron una continuidad creativa, sino más bien una esquematización propia de la industrialización que empobreció la arquitectura sin llegar a materializarse como tal. En el mejor de los casos, se produjo la repetición de una “vivienda ideal” para producirla en serie, aunque fuera realizada de manera convencional. Esto, en especial en los países no industrializados, donde se hacia artesanalmente una arquitectura repetitiva como si fuera una arquitectura industrializada. La imagen urbana era semejante a la de países con producción industrial, grandes bloques todos iguales, de hormigón amado, material no reciclable como otros y casi podríamos decir “eterno”, tan es así que edificios del siglo XX en ese mismo siglo, todavía en uso, fueron dinamitados para destruirlos, significando simbólicamente un final.

La visión de la arquitectura del futuro, en cambio, se manifestaba con algunas características espaciales y formales propias como la propuesta de “La Nueva Ciudad” de Antonio Sant’Elía en 1914 que anticipaban la idea de ‘movimiento’ con una arquitectura “imbuida de la máxima elasticidad y ligereza”, buscando “movilidad y transitoriedad”, utilizando desde el hierro y hormigón al papel y fibras textiles; y buscaba lo que enunciaba: “!A cada generación su propia casa!”.

El cubismo aportó la idea de espacio-tiempo y simultaneidad, rompiendo el punto de vista único, a la búsqueda moderna del espacio. Otras hicieron exploraciones, trabajando algunos aspectos como el peso o la masa, los basamentos o los cimientos, la eternidad de la permanencia. El gran desafío, aún no resuelto es la combinatoria de libertad (de forma, espacio, lugar, tiempo de permanencia, etc.) y masividad (accesibilidad de todos a estas soluciones, posibilidad de producción masiva de partes o unidades). Volviendo a los orígenes al riqueza de las investigaciones y propuestas es extraordinaria, y deja ver aquello que quedó trunco. Podemos trazar una línea histórica desde el paradigma de las sólidas y pesadas pirámides egipcias o mayas, a lo etéreos palacios de cristal de las exposiciones universales de fines del decimonónico. Un proceso que va desde la masa a la liviandad de los límites. Que incorpora, a la idea de modularidad, el montaje y desmontaje de componentes. Los límites además de livianos podían ser desarmables y reutilizables, conformar un espacio arquitectónico de corta o larga vida, en un lugar u otro, parcial o totalmente.

La arquitectura del siglo XX, por lo general, y contrariamente a algunas ideas originarias, fue concebida con fuerte carácter tectónico, aferrada al suelo con sus raíces, por tanto inmóvil en su totalidad. Salvo que se hablara de cimientos flotantes, solución especial para suelos fangosos, que estaban pensados como una respuesta técnica específica y que no significaban la movilidad de la obra. En nuestros comportamientos al respecto diferimos mucho de las tradiciones amazónicas americanas, donde los pueblos originarios se trasladan de un sitio a otro cada cinco años para regenerar el suelo.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, las propuestas hechas por la llamada ‘segunda generación’ planteó ideas innovadoras, de las que Archigram fue un referente internacional. El metabolismo japonés (1959), en esa tónica, procuró aunar la ‘alta tecnología’ con lo orgánico, con estructuras urbanas flexibles y extensibles a gran escala, partes fijas que alimentan, circulan y sostienen y una parte móvil enchufable, agregable, particularizable. Así el paisaje cultural podría estar compuesto de entramados de elementos horizontales y verticales, cuya conformación sería variable en función de la inserción de componentes espaciales desmontables. Podría ser también una superficie lineal (curva o recta) a la que se le adosen componentes, en una relación de espacios sirvientes y espacios servidos, en el método de soportes y unidades separables de Nicholas John Habraken estudiadas en la Fundación para la Investigación Arquitectónica en Holanda para buscar alternativas de solución a la vivienda en la postguerra, (SAR, Stichting Architecten Research) y publicadas en 1962 en “Soportes: una alternativa para el alojamiento de las masas”, luego difundida como “El diseño de Soportes”( 1974). El concepto fundamental: que el usuario pueda decidir sobre sus espacios y que la industrialización sea de partes. Fue aplicada en países no industrializados, esencialmente como metodología de diseño participativo.

Archigram (1961), en su prolífica producción, incorporó la casa que puede llevarse en hombros como una mochila e inflarse para ser utilizada. Adquiriendo la arquitectura un carácter retráctil, de algún modo recreando aspectos de la naturaleza de un caracol o una tortuga. Las carpas vacacionales tienen esa particularidad de montarse y desmotarse, reúnen liviandad, desarmado y traslación. Un criterio cultural, hace que este tipo de solución cuente con aval económico-financiero para soluciones masivas.  La movilidad encontró una aplicación generalizada para cierto tipo de usuarios en la casa rodante que ha dado lugar a espacios para su asentamiento transitorio y, a veces, definitivo en las ciudades.

Numerosos inventos a raíz de la revolución industrial no se aplicaron sino parcialmente, a diferencia de ascensores, como escaleras mecánicas y las cintas transportadores que podrían haber cambiado la movilidad en las ciudades y que se aplican recientemente en centros comerciales y aeropuertos internacionales. Ninguna ha sido tan fuerte para cambiar el carácter fijo y sólido de nuestras ciudades. La vida es cambiante y la arquitectura aún no ha podido, al menos masivamente brindar esa posibilidad, sin un costo demasiado grande y un enorme desgaste energético. Influye que la producción no es social sino individual.

Lo interesante es que estos innovadores de mediados del siglo XX estudiaron la parte y el todo, proponiendo alternativas a las ciudades y arquitectura de su tiempo. De manera similar que el metabolismo, Peter Cook, en 1964 propuso una mega estructura que admitía la inserción de componentes estandarizados.“Plug-in-City” estaba concebida como una ciudad cambiante según un programa temporal planificado de la estructura y de las partes que se encajaban o enchufaban en ella. El conjunto que podía crecer indefinidamente admitía múltiples funciones, además de la habitación, con el mismo carácter evolutivo.

Se trata de una secuencia de movilidad de una unidad sea de habitación u otra función, pero una estructura contenedora fija. Sin embargo, como propuesta del todo en movimiento, fue concebida una infraestructura itinerante, que desarrolló Ron Herron en Archigram, en la década del 60, la ciudad caminante o “Walking City”, como estructuras robóticas movibles, con inteligencia, que pudiesen trasladarse, pudiendo en conjunto llegar a conformar metrópolis  por tiempos móviles. El criterio era igualmente válido para unidades menores. Similar fue la denominada “Instant City” o ciudad instantánea propuesta por Jhoana Mayer que incorpora equipamiento del ocio con elementos móviles e imágenes. ¿Deberá cambiar la propiedad del suelo para permitir este desplazamiento sin fronteras? O es que las condiciones de vida y habitabilidad aún no generan la sensación de seguridad que los seres humanos buscamos.

El carácter efímero de la arquitectura, a su vez, fue trabajado en diversas circunstancias,  fue llevado al máximo con las estructuras de cartón o papel cuya duración para espacios de exposición era intencionadamente corta. Shigeru Ban, arquitecto japonés, a partir de la década de los 80 ha construido con materiales no convencionales, como tubos de cartón, plásticos y otros elementos reciclables, estructuras de puentes y espacios de uso colectivo de gran calidad estética, unos más efímeros que otros.  Lo efímero puede ser interpretado no como un nacimiento y una muerte del espacio y sus límites sino como la capacidad de ser y dejar de ser en un lugar, para poder ser en otro. Guarda afinidad con los tiempos que vivimos, de mundialización, ruptura de fronteras y movimiento. La metodología de diseño y construcción así como los materiales confluyen en generar una posibilidad de diseño espacial que avance hacia el porvenir. Son elementos que se mueven, aparecen y desaparecen modificando dimensional y formalmente el espacio. Los límites, desde lo efímero y cambiante, desde lo complejo y comunicante, podrá ser tan etéreo que se torne invisible. Podrá no existir y ser intangible, como un holograma.

Resulta anacrónico que los edificios estén pesados e inmóviles en la tierra, mientras la física descubre el protón, una partícula efímera. El mundo por el que transitamos es cambiante y complejo, ciudades y arquitectura no guardan relación con esas concepciones y posibilidades científicas y tecnológicas. La esencia filosófica de una arquitectura del siglo XXI será coherente con esas nuevas concepciones científicas y podrá plantear de una manera integral e integradora  las diversas ideas que motivaron las propuestas mencionadas a manera de ejemplos y tantas otras, que revolucionen la concepción urbana y arquitectónica, es decir la concepción del espacio para habitar en todas sus escalas, contemplando lo efímero, lo cambiante o transformable, lo liviano, lo independiente de tiempo y espacio, aunque mucho más humano, más relacionado con lo planetario y lo cósmico, más respetuoso de ese mundo natural al que pertenecemos, utilizando con sabiduría el conocimiento para el bien común.

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