29.11.2003

Tendencias: La ciudad, ¿museo o parque temático?

Artículo publicado en el Suplemento Culturas de La Vanguardia

El mundo global exige de las nuevas urbes una definición para que sean digeribles por la sociedad de consumo; por ello, se han convertido, como objeto del turismo de masas, en espacios comerciales.
En Barcelona se dan los dos procesos, al entregar su parte histórica, el llamado barrio gótico, al turismo y a un progresivo embalsamamiento, y al convertirse en ciudad del modernismo, borrando la memoria industrial y obrera.
Fuera de las rutas turísticas, quedan barrios donde se vive y museos que visitan sólo los amantes del arte.

JOSEP MARIA MONTANER – 19/11/2003

Aunque parezca paradójico, la especialización de las grandes ciudades es un fenómeno que está estrechamente relacionado con la globalización. El mundo global exige que cada ciudad se defina, se especialice y se simplifique, para ser más fácilmente transmitible y digerible como producto de consumo. Tal como han señalado desde Teodor W. Adorno y Mark Horkheimer hasta Jeremy Rifkin y George Ritzer, la ciudad ha entrado también en la lógica de la industria del consumo cultural, que exige que toda creación cumpla unas pautas de simplificación y topificación. Por lo tanto, la ciudad, como objeto del turismo de masas, se ha convertido en espacio comercial.

Sin embargo, según la masa crítica, cultural y política de las ciudades, este proceso comporta resultados diversos. Puede haber ciudades en las que predominen sus museos -como en Londres, París, Helsinki y, especialmente, en las ciudades medias alemanas-, pero si estos museos son activos y mantienen una estrecha relación con los intereses culturales de los ciudadanos, la ciudad no se museifica ni se tematiza; lo esencial es que la ciudad continúe viva. Hay ciudades, en cambio, que entienden el museo como institución estática, detenida en el tiempo, y aplican la misma lógica para su centro histórico. Venecia y Florencia serían emblemas de esta museificación de manera definitiva y total, y el centro de Praga está en camino de serlo en breve. Son ciudades dormidas en la ensoñación de sus colecciones, restauraciones y recreaciones, como Carcasona en Francia o Tallin en Estonia. Williamsburg, en Estados Unidos, representa un caso extremo de museificación y tematización; sus habitantes disfrazados son parte de una escenografía historificada.

Partes acotadas

Por otra parte, hay ciudades que optan por la tematización, es decir, por dedicar partes acotadas, comprensibles y completas de ellas mismas a un tema concreto, que se ofrece como atractivo al turismo local e internacional. Nueva York es un ejemplo de ciudad tematizada en algunas de sus partes, especialmente en Times Square, según proyecto urbano dirigido por Disney, la empresa madre del entretenimiento-consumo. En España, la ciudad más tematizada es Valencia; es la que ha confeccionado una imagen más simple y comercial, centrada en la Ciudad de las Artes y las Ciencias y en la costa mediterránea, generando un crecimiento desmesurado al tiempo que abandona el centro urbano, esperando que la degradación permita su completa transformación futura. La excusa del turismo sirve para enmascarar la especulación.

La tematización comporta una serie de invariantes. Conceptualmente es resultado del turismo -la primera industria del mundo- y exige la máxima facilidad de comprensión para el visitante, lo cual implica simplificar la complejidad de la propia historia para ofrecer un discurso simple y transmisible; se trata de ofrecer facilidades para recorrer la ciudad en un par de itinerarios turísticos, sin bajar del autocar. Funcionalmente significa el predominio de la oferta hotelera y sus derivados. De esta manera se van elaborando entornos hiperreales que ofrecen al visitante una imagen depurada y concentrada del tema de cada ciudad. Ello conlleva que los habitantes reales se van convirtiendo en simpáticos y sonrientes comparsas de un decorado y que, en definitiva, los argumentos de cada ciudad se vayan infantilizando dentro de una sociedad global que pretende la infantilización total.

La ciudad tematizada ha de ofrecer un entorno acotado y comprensible, con recorridos claros por espacios urbanos y por edificios -catedrales, museos, etcétera- que puedan ser recorridos de manera rápida y segura por el turismo de masas. Fuera de estas rutas, quedan barrios donde se vive y museos que visitan sólo los expertos y amantes del arte.

Progresivo embalsamamiento

Ambos procesos, museificación y tematización, están relacionados con la dependencia plena del turismo de masas. Y en Barcelona se dan los dos a la vez. Por una parte la museificación, al haber entregado su parte histórica, el llamado barrio gótico, al turismo y a un progresivo embalsamamiento. Por otra parte, la tematización, el convertirse en la ciudad del modernismo al precio de haber borrado su memoria industrial y obrera, esta memoria que tanto disgustaba a los noucentistes y sigue disgustando a muchos de nuestros gestores e intelectuales tardonoucentistes.

En esta museificación podemos encontrar algún sentido positivo: por ejemplo, los centenares de esculturas de todo tipo y posición artística expuestas al aire libre, en toda la ciudad. Sin embargo, este proceso comporta sacrificar algunos enclaves, como la plaza Catalunya y la plaza de la Catedral, centros simbólicos de la ciudad que se han convertido en terminales de tours y emplazamiento de sedes bancarias y de franquicias. La tematización en Barcelona tiene potentes focos en los alrededores del Camp Nou y de la Sagrada Família.

Y de hecho, el Fòrum 2004, tal como se ha planteado, no es más que una gran producción dentro de la lógica mediática y consumible de la industria cultural, con nada que ver con la cultura y el conocimiento. Otro fenómeno de lo temático, vacío de contenido real y ciudadano.

No es casual que los turistas norteamericanos que visitan el barrio gótico de Barcelona pregunten recurrentemente: ¿cuándo se cierra? No pueden entender que en aquel recinto museificado y tematizado, dedicado de lleno al turismo y al comercio, que va de la plaza Catalunya al puerto y del Museu Picasso a la Rambla, haya personas que vivan allí cuando las tiendas y los museos cierran. Al haber identificado el entorno unitario, acotado y tematizado, les parece incomprensible que no se cierre por la noche, como sucede en un parque de atracciones o un centro comercial. En la medida que el espacio del turismo es un espacio de ocio y consumo, al turista le sorprende que el centro histórico sea, además, un lugar para vivir. ¿Hay gente que vive en un centro comercial?, se preguntan incrédulos.

Porque la ciudad tematizada, puesta a disposición del turismo de masas, está justamente para eso: para ser consumida, para que los visitantes hagan con ella lo que quieran, incluso olvidando las férreas normas de conducta de sus países de origen; para ensuciarla, como basurero y baño público, y para hacer todo el ruido que quieran. La ciudad está a sus pies.

La tematización, en definitiva, exige la topificación y especialización funcional de la ciudad, que renuncie a su complejidad. Más allá de su propia dinámica, las ciudades son presionadas para que se tematicen (sean como un parque de atracciones) y se musealicen (se embalsamen en su estado histórico), y ambos procesos a menudo se mezclan y confunden potenciando la ciudad como mero centro comercial al aire libre. Pero ambos pueden ser mortales para la vitalidad de las ciudades.

Josep Maria Montaner – Zaida Muxí
Arquitectes

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