7.8.2015

…sobre Fray Coello de Portugal

Rogelio Ruiz nos invita a recordar la figura del arquitecto y dominico Fray Coello de Portugal, en el segundo aniversario de su muerte callada el 16 de Agosto del verano del 2013.

Joze Plecnik escribió una airada crítica contra la iglesia vienesa del sanatorio psiquiátrico de  Steinhof (1906) de Otto Wagner, por entender él (el primer postmoderno) que atentaba contra la tradición de los templos católicos (1) y fíjense lo canónica y emotiva que nos parece a nosotros. Cuando estuve allí, al entrar, el sacerdote estaba en plena consagración rodeado de risueños pacientes, que vagaban por el altar como figuras de Giacometti ajenos al decoro que la situación demandaba. Mis ojos se llenaron de lágrimas, ya no sé si por la resplandeciente cúpula y luminoso espacio o por la pléyade de ausentes que nos daban la escala, mientras el cura impertérrito continuaba con su misión eucarística. Así veo yo la trayectoria de Fray Coello de Portugal: como un arquitecto que sigue su camino con paso firme, fijado a través del siglo XX, sin verse afectado por otras posturas que hoy vemos anacrónicas, que rodeaban en muchos casos su misión y como Wagner, buscando además el templo de su tiempo.

Tras los años de frivolidad que acabamos de vivir, disfrutar la obra de Francisco Coello se nos antoja como echarnos agua fría a la cara tras dormir una borrachera  y sentir de nuevo nuestro rostro despierto, tersa nuestra piel. Podemos señalar una serie de valores que definen su arquitectura pero creo oportuno citar antes uno de los principios de la orden de Santo Domingo: la vocación de pobreza y austeridad. Si unimos a esto la obra de Le Corbusier, que había realizado para esta orden al final de los cincuenta el Convento de La Tourette, y el brutalismo después, podremos tener una aproximación certera. Aparte de elementos literales como las ventanas estrechas corridas e interrumpidas levemente por dados que generan una belleza abstracta en Santa Inés en Zaragoza, la influencia de la arquitectura corbusierana viene principalmente en esa vocación de fijar un marco, un orden que en Coello son las aulas, las celdas o las habitaciones repetidas en gran numero…y como contrapunto la iglesia que generalmente aporta singularidad y expresión especialmente en la cubierta que se sostiene a veces ingrávida sobre una línea de luz como el maestro hizo en Ronchamp.

También si hablamos de contrastes, le gusta enfrentar rugosos volúmenes de mampostería con tersas y blancas superficies. Félix Candela, a quien conoció personalmente en México, es otra de sus claras y escritas admiraciones. Las “cáscaras”, superficies alabeadas,  de la mano de  Ruiz-Castillo Ucellay y Urgoiti que habían trabajado en México con Candela, acompañaron al dominico en Nuestra Señora del Valle y en varios proyectos sirviendo de remates expresivos. A todo esto hay que añadir muchos viajes que le llevaron a admirar la arquitectura alemana in situ. De allí trajo ese gusto compositivo por los patios en piezas bajas que unen y articulan los volúmenes funcionales diferentes, aunque también, cómo no, son los patios que vienen de la tradición del claustro. Francisco Coello tiene una relación con el patrimonio diversa, nos descoloca el convento de Toledo, en el que abandona su hormigón y su modernidad para abrazar, en aras del lugar, balconadas de madera y muros tradicionales de piedra. Más sutil nos parece en Oviedo, donde en el 64, junto a la espléndida fachada de Santo Domingo que había quedado en pie tras la destrucción bélica del convento, introduce una nueva pieza, eso sí, forrada de piedra que apoya al edificio histórico y con una fenestración comedida (2) que nos recuerda a Jacobsen con sus vidrios a paño y su piedra y obras posteriores de Navarro Baldeweg. También para los que ven en él una repetición en sus más de 300 proyectos de un principio aprendido, (el mismo lo decía alguna vez) vemos su investigación constante y su vanguardia en edificios como el Centro Experimental de Promoción Social de Madrid (1964) donde la fachada recoge en todo su frente plantas arbustivas corridas que generan un filtro verde desde el interior, adelantándose en mucho a los recientes descubridores de la jardinería vertical. O comentar el proyecto de iglesia trasladable utilizando báculos prefabricados de farolas…

Dejo para el final el mejor vino, su primera y más querida obra, el Santuario de la Virgen del Camino de León donde el novicio de la arquitectura realiza en realidad un gran cofre para albergar el retablo venerado de la Virgen. El edificio proyectado en el 51 es una lección de luz. La fachada con esculturas de Subirachs (que nos dejó también el año pasado), que son más expresivas a la tarde momento en que la luz se tiñe de color a través de las vidrieras de Rafols- Casamada que le dan paso al interior. La fachada sur de la caja se rasga con saeteras que proyectan su jamba al espacio para recoger de nuevo esa energía de poniente y llevarla hacia adentro. Aunque el mayor receptor es la vidriera que recoge sobre el altar la claridad dorada y la deja bajar sobre el retablo, misteriosa desde el interior. Afuera un nártex abierto y definido por una pérgola ligera marca un plano pegado al suelo y al otro lado, el campanil de cincuenta metros, que quitó el sueño alguna noche a Fray Coello, le marca, a quien ya sabe dónde está, la dirección del Cielo.

Rogelio Ruiz Fernández, dr. arquitecto.
[Rogelio Ruiz Fernández, dr. arquitecto, para scalae]

Fuente > http://scalae.net/noticia/coello

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