2.12.2005

Renacimiento de las Ciudades Solares, del tiempo al espacio. Continuación

AHORRAR ENERGIA
El actual empleo del petróleo es desacertado incluso desde otro punto de vista, el científico, termodinámico. Para comprender los problemas planteados por las opciones de energía es necesario considerar la dimensión cuantitativa y la cualitativa. La primera podría estar referida al primer principio de la termodinámica, para el cual la cantidad de energía que entra y sale en cada proceso de transformación es constante; la segunda podría estar referida al segundo principio de la termodinámica, según el cual en cada proceso tanto el calor como el trabajo se degradan en una condición donde todo es calor, la cantidad es la misma, pero la temperatura es más baja. Se produjo entropía, y cambió la calidad de la energía, su capacidad para efectuar un trabajo, vale decir la que también se llama essergía, calidad de la energía que tenemos que tratar de conservar.

En periodos de energía fácil nos acostumbramos a un uso errado de la essergía: utilizamos la llama que quema el petróleo y los otros combustibles fósiles para calentar ambientes en los que la temperatura del aire se debe diferenciar poco de la del ambiente exterior. Como si, disponiendo de objetos y de cajas grandes y chicas, también hubiésemos usado para los objetos pequeños las cajas grandes, confiando en la ilimitada disponibilidad de cajas grandes. Pero hoy que estamos «cortos de cajas» debemos usar también las más pequeñas buscando los objetos apropiados que quepan en ellas. Casas y ciudades son, en la metáfora de las cajas, objetos pequeños para la baja temperatura requerida para su climatización y para las mismas también funcionaría bien la energía solar, representada justamente por las cajas pequeñas. Pero por la desidia de los proyectistas, que no buscan las cajas apropiadas para las cosas más pequeñas, continuamos usando las cajas grandes, que representan los combustibles fósiles, que podrían emplearse con mayor provecho para otros usos. Naturalmente el alto grado de concentración de estas fuentes energéticas requiere menor competencia proyectual y plantea menores problemas de regulación y control. Pero hoy en día, en periodos de energía difícil, se hace irrenunciable el adecuar a cada requerimiento específico, un específico nivel de essergía, el más bajo posible compatible con los vínculos planteados por el sistema. De esto surge la necesidad de proyectar los procesos energéticos más adecuados, para minimizar los consumos de essergía.

Vimos que los combustibles fósiles se derrochan cuando se utilizan para climatizar los edificios. Basta pensar que primero debemos extraerlos y transportarlos a nuestras casas para quemarlos y obtener altas temperaturas, que después se deben reducir a la temperatura de uso. Todo esto cuando tenemos la energía solar que ya está distribuida sobre la Tierra, a la temperatura útil y es entregada a domicilio gratuitamente. De todos modos, de ahora en más debería ser evidente que frente a una gran variedad de requerimientos de essergía es necesario disponer, en la misma medida, de una gran variedad de tecnologías, capaces de adaptarse a tales requerimientos. Las energías renovables permiten extender esta variedad y responder correctamente a muchos de los requisitos de uso. La ciudad solar representa una tecnología que permite ahorrar energía, el mejor saber para resolver el problema energético en muchas regiones climáticas. Observando el consumo de energía en el mundo se ve que los edificios cubren cerca de la mitad de la energía consumida por la población mundial. (5)

El concepto de ciudad solar puede ser ejemplificado, ya sea por restos arqueológicos de ciudades como los de Timgad y Priene, como por ciudades actuales como Verona o Torino.

Naturalmente, habría podido elegir muchas otras. Esencialmente, la ciudad solar tiene como rasgos distintivos la presencia de dos componentes interactivos: la retícula de calles y plazas y los edificios que se adecuan a las mismas y que generan lugares de encuentro. Dicha relación es análoga a la que une al lenguaje con sus hablantes. Ningún lenguaje puede existir sin hablantes que comuniquen, pero el lenguaje sobrevive a la desaparición de sus hablantes y, a su vez, produce nuevos hablantes. En resumen: el ciclo de vida del lenguaje es más duradero que el de los hablantes. En forma semejante, la retícula urbana está conectada con los edificios situados en ella, sobrevive a su sustitución y produce nuevos edificos conformes a ella. Por ejemplo, en muchas ciudades italianas sobrevive el equipamiento urbanístico y a veces arquitectónico romano aunque casi todos los edificios originales hayan sido sustituidos poco a poco.

 - Plano ciudad de Timgad

La construcción de ciudades, consideradas como sistemas simbólicos, produce una realidad civil, una cultura urbana, que se llama urbanidad, entendida como modo de vida (6).
Las formas simbólicas, lenguaje, mito, arte, historia, ciencia, etc., son los varios modos mediante los cuales el hombre expresa sus relaciones con el ambiente. Pienso la ciudad como una de estas formas simbólicas, o sistemas simbólicos, por cuanto la misma da forma a las expresiones del ser humano. Las ciudades simbólicamente son intermediarias entre las complejas relaciones que los humanos mantienen con el mundo y las hacen comunicativas. Las ciudades no sólo son los lugares donde las comunicaciones se producen, ellas mismas son partes integrantes de un sistema de comunicación (7).

 - Plano ciudad de Priene

La historia de las antiguas ciudades solares muestra que los trazados urbanos (las redes de su arquitectura civil) estaban orientados siguiendo la geometría solar y eólica. Sus tipos edilicios, diferenciados con relación a las diversas posiciones, tenían formas asimétricas para captar la radiación solar y aplicaban los conocimientos codificados por Vitruvio en adelante, para orientar y proporcionar las dimensiones a los pórticos y las salientes del techo y obtener así el sol de invierno y la sombra de verano. Esta técnica solar, documentada por muchas investigaciones arqueológicas, se vuelve anticuada cuando las instalaciones de calefacción y refrigeración superan los sistemas solares. Muchas ciudades europeas conservan las redes solares de arquitectura civil trazadas en tiempos de los romanos, pero sustituyeron los precedentes tipos edilicios solares por nuevos, que dependen del petróleo. Sin embargo, en las ciudades donde dicha red resulta todavía operativa, se podrían reestructurar los edificios existentes con proyectos oportunos y construir otros nuevos según los tipos edilicios solares más apropiados a los diversos contextos.

Un proceso que podría integrarse a las intervenciones anuales de mantenimiento. El desarrollo sustentable recomienda ciudades compactas, que permitan aumentar la circulación peatonal y desplazar el tránsito de la actual circulación intraurbana a la futura interurbana. Hay dos modos de alcanzar la compacidad: el primero se refiere a la construcción de rascacielos y megaestructuras, el otro persigue la compacidad mediante la construcción de manzanas urbanas (como se hizo en las ciudades históricas). Siguiendo esta última tendencia, podríamos integrar mejor las nuevas intervenciones al tejido urbano de las ciudades preexistentes. La alta densidad de estas ciudades, cuyos edificios tienen alturas relativamente bajas, ofrece una buena solución para el renacimiento de las ciudades solares.

Con el fin de incrementar la concientización de ciudadanos y proyectistas entorno a la argumentación de que las ciudades solares pertenecen al presente y no al pasado, debemos darnos cuenta de que los trazados solares están bajo nuestros pies aunque no los veamos, que muchas de nuestras ciudades poseen una red de arquitectura civil proyectada para satisfacer los requisitos de energía solar y que muchos edificios requieren sólo de algunos ajustes para convertirse en solares. En el mantenimiento programado de estos edificios como en su recategorización podríamos sustituir los actuales componentes degenerativos (elementos constructivos constituidos por materiales contaminados, disipadores de energía, no reciclables, etc.) con los regenerativos solares para economizar essergía.

 - El esquema contrapone manzanas con rascacielos

Hice esta introducción para mostrar las ciudades solares desde una perspectiva que evidenciara la funcionalidad de sus soluciones urbanísticas y constructivas, superando esa visión convencional que nos las hace apreciar, en el mejor de los casos, exclusivamente desde el plano histórico-artístico como pintorescas supervivencias de una época pasada que, sin embargo, no tiene nada que decirnos acerca del plano funcional (liberándonos así incluso del compromiso de realizarlas). Querría que estas ciudades solares fuesen apreciadas en su contemporaneidad con las ciudades industriales, aunque fueron vueltas invisibles por éstas y por una ideología, que al nombrarlas las interpreta como distintas en el tiempo más que en la cultura y en el espacio. Son dos perspectivas diversas que no persiguen los mismos objetivos, una tiene ideales de nomadismo que producen extraordinarios productos muebles, que encontramos en nuestras actuales ciudades industriales; la otra tiene ideales de radicación que pueden producir maravillosos productos inmuebles, que se revelan en las redes de arquitectura civil de nuestros centros históricos. El «sueño norteamericano» es la expresión de esta cultura, todavía extrasomática, que está conquistando el planeta entero, la otra es el «sueño europeo» que podría emprender una cultura intersomática de las ciudades (8) . Un proyecto apropiado puede integrar estos sueños. Desde el colector hasta el edifico solar.

La búsqueda de los modos más eficaces de utilizar la energía solar tiene una historia muy antigua y, en lo que respecta a los edificios y las ciudades, tiene dos orígenes: uno tipológico, cuyas enseñanzas están todas dentro de la arquitectura, y la otra tecnológica, basada en los conocimientos científicos. La determinación de la orientación, de las aberturas, de salientes y pórticos, cerramientos, pérgolas y balcones, se basa en tipos ejemplificados por la teoría de la arquitectura, codificada por Vitruvio y por los sucesivos tratados y estudios en el ámbito de la perspectiva tipológica. El interés que concierne más directamente a la proyectación «científica» de edificios capaces de sacar provecho de la energía solar asumió, en cambio, un cierto relieve sólo a comienzos de los años ’70 del siglo pasado con la crisis petrolera. El origen tipológico afecta sobre todo al edificio, ya que las instalaciones no existían aún, la tecnológica comienza en cambio con el equipamiento. Los primeros colectores solares alimentaban efectivamente los equipos de climatización del edificio, luego (con los sistemas solares pasivos) el colector/instalación es habitado y se convierte en edificio. La arquitectura bioclimática, que restituye muchas funciones de la instalación a la morfología del edificio, llega mucho más tarde y se integra con dificultad a la tradición tipológica.

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