31.3.2014

Monumentos que trabajan

El rol histórico del arquitecto conlleva practicar un arte de transformación ética, con el propósito de facilitar a la humanidad la continuidad de la vida y la posibilidad de un futuro mejor.

Monumentos que trabajan

Al imaginar proyectos y embarcarnos en trayectos que dejan marcas sobre la piel de la tierra, nuestro trabajo yace, frecuentemente, en el develar, descubrir y anclar historias y memorias en sitios, territorios, paisajes y ciudades. Es en el encuentro con catástrofes, traumas históricos, genocidios donde dicho rol, trabajando sobre espacios memoriales en la esfera pública, deviene complejo, problemático y (esperamos) necesario.

¿Cómo podemos posicionarnos al concebir nuevos tipos de instituciones de memoria, públicas y democráticas? Este hacerse presente, tiene por fuente la palabra y la interacción social implícita en la palabra (que se dirige al “otro” y viene desde el “otro”).

El debate, el hablar, el decir en el espacio público democrático conlleva por sobre todo, la obligación de escuchar a aquellos “otros”, especialmente los que no tienen voz; aquellos “otros”, tan seguido invisibles, que a pesar de todo, siguen esperando una respuesta ética. Creo que el trabajar-a-través-de y, sobre, este tipo de proyectos, requiere un persistente intento de generar transformaciones en la esfera pública, y conlleva establecer marcos críticos/éticos para posicionarnos como “testigos”.

El filósofo italiano Giorgio Agamben ha teorizado la posición del “testigo” como la base de las relaciones ético-políticas, en tanto el testigo responde al sufrimiento del “otro”, sin pretender usurpar el lugar del “otro”. El posicionarse como “testigos”, como “testigos profundamente comprometidos con el sufrimiento de aquellos otros”, es una forma de ver, mirar y escuchar que requiere el aceptar la propia vulnerabilidad. Esta posición requiere una explícita renuncia al deseo de dominar o incluso, conocer, dado que, como nos sugiere la teórica del trauma Cathy Caruth, el prestar testimonio a la verdad del sufrimiento y el dolor originados en eventos traumáticos, es prestar testimonio a la imposibilidad de comprender dichos eventos.

Los proyectos –“Memoriales que trabajan”– se basan en un entendimiento del arte, la arquitectura y el paisaje como medios capaces de presentar e iluminar un preciso y limitado número de verdades y valores en el espacio localizado entre las preguntas, los públicos y los instrumentos de nuestras prácticas y artes. Como agentes activos para la cultura y el diálogo, los Memoriales que trabajan, intentan reinscribir los sitios en los mapas cognitivos de ciudades y paisajes culturales.

Me interesa crear las condiciones para que la memoria sea encontrada adentro, en oposición a los objetos de la memoria, trabajando contra la tendencia al desplazamiento o la reducción del visitante a espectador pasivo. Memorial, memento, monumento, como “monitor”, o guía, sugieren no solo conmemorar, pero estar atentos, alertas, rememorar, advertir, y un llamado a la acción. Al tiempo que los monumentos y los memoriales se dirigen a una pluralidad de públicos y generaciones, estos proyectos pueden servir como vehículos para “testimonios”, para emoción y pensamiento, para un trabajo trasformativo, para el entendimiento, para la razón. Este trabajo, que re-actualiza los espacios memoriales, monumentos y museos en acción cultural y política, demanda responsabilidad y fomenta “response-habilidad” (esto es: habilidad de responder) en relación al pasado y futuro.

Fuente > http://www.revistaenie.clarin.com/edicion-impresa/Julian-Bonder_0_1110488950.html

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