23.8.2017

LunArquicos práctica experimental de arquitectura para niños

Allí, en 2012 y bajo la mirada escrutadora de Leopoldo Rother, cuyo retrato colgaba en las blancas paredes del Museo de Arquitectura de la Universidad Nacional, empezó a gestarse, ‘oficialmente’, un proyecto de arquitectura para niños.

La génesis
Éramos cuatro los allí reunidos: el entonces director del Museo, el arquitecto Ricardo Daza, dos estudiantes de arquitectura, Lucas Rincón y Eliana Núñez, y yo, también arquitecta.

Seis meses atrás, siendo 2011, habíamos iniciado un curso piloto de acercamiento a la arquitectura con 15 niños del Colegio Iparm de la Universidad.

La experiencia había resultado interesante desde el comienzo pues empezó a generarnos las suficientes preguntas e interés como para pensar que aquello podía consolidarse como un proyecto al interior del Museo que abriría el espacio para que la arquitectura pudiese ser abordada, experimentada y pensada desde la mirada fresca y desprevenida de los niños.

Ahora se trataba de ‘darle forma oficial’ a esa idea. A poco tiempo el impoluto museo, con sus dobles alturas y su espacialidad moderna, y hasta entonces abierto por tradición a adultos con exposiciones, conferencias y cursos, tuvo otros visitantes.

Se trataba de  niños y niñas (niñ@s)  cuyas risas, miradas y juegos empezaron a darle otro rostro a ese “templo” de silencio y pulcritud. Ese “nuevo público” llegaba allí cada sábado para hacer preguntas sorprendentes y poco convencionales, para asombrarse de lo que ya parecía cotidiano, para divertirse… para desacralizar la arquitectura y empezar a quererla a medida que la descubría.

Era, en conjunto, lo que estábamos buscando. Sin embargo, al principio no sabíamos muy bien cuál sería el alcance de los contenidos que aplicaríamos con los niñ@s, pues no éramos pedagogos: éramos arquitectos. No teníamos claras las herramientas para comunicarnos con un público infantil.

Apelamos entonces a la memoria infantil y a la poesía. Ambos encarnan una metáfora que da un margen, una zona de transición para que el arquitecto -desde su mirada “científica y especializada”- y los niñ@s -desde su inmensa capacidad de sorpresa- puedan dar un paso adelante, mirarse a los ojos y hablar.

Y apelamos también a nuestra propia experiencia. La de Ricardo, quien es un gran intelectual de la teoría de la arquitectura, y la mía, la de ser docente de arquitectura en semestres iniciales y la de haber trabajado en la Secretaria de Patrimonio en programas de divulgación.

Ambos habíamos estado en la academia, lo cual nos sirvió para entablar con los niñ@s un proceso pedagógico y didáctico. También se vincularon estudiantes de la facultad que enriquecieron el trabajo y que aun son parte fundamental, debido a su “rol de aprendices”, deseosos de probar formas más irreverentes de acercarse al conocimiento y siempre tienen ideas innovadoras. Pienso que estás características aun cohesionan la idea de  LunArquicos, donde todos estamos algo hastiados de la academia y sus rígidas estructuras, de sus verdades absolutas y su poco interés por explorar otras formas de enseñanza.

Y trabajar con niñ@s no era un asunto fácil, con ellos no basta saber la teoría. Hay que llevársela a la práctica efectiva. Además hay que descubrir cómo hablar en un lenguaje comprensible para ellos, y eso es un gran reto, porque se replantean conceptos que parecen inamovibles, o definiciones llenas de palabras fosilizadas. Si los niñ@s no entienden, lo expresarán. Es cuando entra la didáctica como un factor importantísimo, porque es la forma como podemos acercarnos y acercarlos a la arquitectura.

Con estos elementos y propósitos empezó LunArquicos (que en sus comienzos y hasta junio de 2014, se llamó Archizoom). Al comienzo trabajábamos los temas expositivos: vivienda, arquitectura escolar, firmas constructoras, autores, etc. Pero con los años empezamos a trabajar alrededor de asuntos más conceptuales de la arquitectura, sus fundamentos: el espacio, la forma, la estructura, paisaje, la representación y el símbolo; que son sus grandes fundamentos y que atraviesan todos los temas como  el patrimonio, la vivienda y la ciudad, entre otros. De esta manera, aunque los temas son diversos, los talleres giran en torno a uno de sus fundamentos. Entonces en ellos puede que solo se hable del espacio desde la ciudad, del objeto edilicio, de la literatura o el paisaje ampliando la noción de arquitectura

Y está en todas partes….
La arquitectura está ahí en el espacio que nos circunda por lo cual se puede aprender de ella todo el tiempo, y en un niño la ciudad es un gran detonador de conocimiento que le permite construir a partir de la asociación de temas que se manifiestan en sus diferentes escalas: la casa, los edificios, la ciudad, el paisaje, incluso sus aspectos simbólicos o la  memoria.

Todos esos elementos-temas son “ambientes de aprendizaje”. Y nosotros en este proyecto llamado LunArquicos creemos que es precisamente eso lo que hay que enseñarle a los niñ@s, esta nueva forma de ver y entender las relaciones que hay en su entorno.

Claro que este “ver” no es algo ingenuo, o físico, no es que se aprenda de lo bueno o lo malo, sino “ver” que le enseñe a percibir y agudizar la mirada con la experiencia.

Esto porque experiencia e indagación son fundamentales para despertar el interés por la arquitectura. Y a los niñ@s hay que brindarle aquellas prácticas que le permitan experimentar, formularse preguntas, equivocarse, repensar los edificios, el paisaje, la ciudad.

El taller por dentro
Todo empieza a partir de un tema, pues siempre busco que en los talleres los niñ@s no solo se diviertan, sino que también aprendan. Que sea un aprendizaje que profundice y que les plantee preguntas y reflexiones críticas sobre lo que están viendo.

Se elige el tema ya sea porque es de interés personal, o porque hace coyuntura con alguna situación específica (una exposición, un autor, etc.). Luego se empieza a explorar los conceptos fundamentales que tiene y que pueden interesar a los niñ@s.

Generalmente me gusta que se exploren muchas aristas del tema y que no se tenga «miedo» a temas como, por ejemplo en el campo de Rossi, las cárceles psicológicas, la narración entre edificios, los repertorios formales, o la mímesis del cuerpo con la arquitectura.

Luego nos enfocamos en la didáctica, habitualmente acompañada de un modo de expresión plástica, que es fundamental en las prácticas, ya que el mundo material permite encarnar la idea del menor, sea dibujo, maquetas, collage o moldeado. Pero siempre es importante darle un enfoque plástico artístico, algo que logre comunicarse con el niño poéticamente, que su imaginación pueda encontrarlo como medio de expresión. Pocas veces buscamos que esta expresión sea técnica, porque lo técnico requiere de reglas establecidas muy limitadas y con los niñ@s debemos buscar un camino intermedio, entre lo artístico, y lo técnico.

Esto porque no buscamos un reflejo del mundo, de mundo dado por la “arquitectura” donde la proporción, la escala, lo utilitario son definitivos, sino un mundo creado y autónomo. Y esto es más sencillo para los menores porque en ellos forma y contenido son inseparables, son unitarios.

Por otro lado, para determinar el lenguaje plástico miramos muchos referentes y vemos posibilidades dentro del arte y la ciencia, nos reunimos en una mesa, probamos y  jugamos. Realmente puede ser un momento bastante divertido, y en la medida de lo posible, les pedimos su opinión. El medio de expresión varia también según la edad, teniendo en cuenta que trabajamos con niñ@s entre los 5 y los 14 años. No se trata de acercarlo a materiales “porque si” sino que el material sea el adecuado y que su manipulación le deje al niño un mensaje de lo que sería su “obra de arte” con la que hace su exploración.

Por esto encuentro muy acertado el enfoque de la licenciada en artes Mariana Spravkin, quien pide que en la escuela no se confunda la técnica con el arte. Es decir, que el solo hecho de manipular pintura y esparcirla, no quiere decir que el niño está haciendo arte, sino que su objetivo está en ser una expresión poética que unida con la imaginación y la intencionalidad represente el mundo.

Por eso es que en LunArquicos buscamos que los chicos conozcan sobre el espacio, la forma, la técnica o lo simbólico en la arquitectura, a través de la acción, la cual implica en gran medida lo corporal y perceptivo que en los niñ@s es su gran antena de conocimiento. Claro, es importante el cómo  hará esta “acción” haciéndolo consiente de sus operaciones mentales, así como que descubra el valor de comunicar a los demás, de cuestionarse a sí mismo. Por eso también es muy importante formularle a ellos preguntas durante el proceso, y no siempre basta responder  “porque si”, pues si reflexionan sobre lo que hacen se apropian de la experiencia y luego podrán construir nuevas soluciones.

Como fin y como medio
• Cuando se entiende que hablamos de saber ver y entender la arquitectura y no de formarse profesionalmente, surge otra pregunta: ¿Cómo vincularla a la formación de los niñ@s, y si hacerlo como un fin o como un medio? ¿Es la arquitectura un objeto de conocimiento o una herramienta de conocimiento para los ellos?-esta es una pregunta que es oportuna tanto para espacios formales, como no formales donde ocurre la enseñanza de arquitectura para niñ@s.

• De la primera forma, como fin, la arquitectura será para el niño un dispositivo que le permite comprenderle como producción cultural depositaria de contenidos formales, simbólicos, técnicos, espaciales entre otros. Así estaríamos buscando más la sensibilización y disposición de  los sentidos y la mente del niño frente a la experiencia arquitectónica desde su disciplinaridad. En Colombia, particularmente, los grupos trabajamos la enseñanza de arquitectura para niñ@s bajo este enfoque, en parte influenciados por la gran experiencia que nos muestran los grupos como los de la red de Playground en España o Arkki  de Finlandia. Y de vincular la arquitectura a la formación  como medio, es sin duda de mayor interés como proyecto curricular, aunque menos explorado. En él se utiliza como un pretexto a través del cual se toman sus temas para poder explicar o analizar otras áreas de conocimiento como la de las sociales, la religión, las matemáticas, el medio ambiente, etc. Si pensamos en este enfoque arquitectura servirá como proyecto de curso.

Ambos enfoques son necesarios, aunque en LunArquicos hemos trabajado principalmente en el del como fin. Sin embargo, conservamos el secreto deseo que tarde o temprano en Colombia,  las Instituciones educativas se planteen la necesidad incluir la arquitectura dentro de los temas de la educación de los niñ@s, superando el prejuicio de que es un “saber exclusivo” o “un lujo innecesario”.

El grupo por dentro
LunArquicos se ha ido conformando de manera libre y fluctuante durante estos años, y he querido que tenga como sello que las personas que se vinculen estén siempre abiertos a la experimentación. Una característica que posibilita un trabajo dinámico y que he tratado de conservar como  principio para la creación de los talleres. Con el tiempo, se fueron vinculando arquitectos, diseñadores y artistas que han estado por temporadas cortas y largas, pero siempre alimentando el proyecto desde diferentes miradas, creativa y con mucha convicción. Algunos de ellos, incluso han creado sus propios proyectos en otras ciudades como Andreia Peñaloza, con Arkalamar en Cartagena (Mención en Golden Cubes 2017) o Eliana Núñez con A+A Projets, en Coímbra; o Nora Cásala con “Arquitectura para niñ@s” en  Paraná. Paradójicamente, esta característica de movilidad del equipo ha permitido que LunArquicos tenga una personalidad concreta pero creciente.

Hoy en día, por ejemplo, me acompañan: Sebastián Fonseca, estudiante de arquitectura próximo ya ha recibirse (el más antiguo del grupo, pero el más joven de todos), Marisol Valencia (D.I), Agostina Macchi (arq), Brian Prado (D.I), Juana Londoño (arq), Diana Bejarano (psicóloga). También se cuenta con la asesoría de Consuelo Martín (pedagoga y que nos apoya en los temas de primera infancia) y Jorge Raedó (artista, dramaturgo y asesor del proyecto a nivel artístico). La llegada de Raedó – que concedió con su llegada a Colombia en 2014) nos abrió un interesante espectro de posibilidades donde la transversalidad con el arte, se volvía fundamental, y donde había que pensar en LunArquicos no solo como un espacio  de enseñanza de la arquitectura para los niñ@s, sino también de difusión y promoción. Y es ahí donde nos hemos ampliado a temas como organizar eventos como el “Primer encuentro internacional de arquitectura para niñ@s en Colombia”, o desarrollar material didáctico, participar en encuentros del grupo Playground, plantear cursos integrales y trabajar temas de diseño participativo con niñ@s, entre otras actividades.

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