12.8.2016

Detrás de los hombres

El blog “Un día, una arquitecta” celebra la obra de las mujeres que fueron ignoradas en pos de sus maridos, compañeros o colegas varones.

Hay un conocido chisme literario que jura que Patrick Süskind no escribió El perfume, sino que lo plagió de una obra que presentaron a un concurso en el que era jurado. El participante damnificado era mujer; le hizo juicio, perdió. La obra había sido registrada por Süskind sospechosamente durante los días de jura. La mayor sospecha viene dada por el resto de los libros del escritor: son malísimos, aburridos, estúpidos. Y El perfume es una joyita.

El asunto vuelve a darse en la Nouvelle Vague con Agnés Varda. El movimiento francés de los “Cahiers du cinéma” dio cuerda al gran Godard, a Truffaut, a Rohmer, a Chabrol, a Resnais y a tantos otros nombres masculinos, pero opacó a su única mujer, Varda, la directora de “Sin techo ni ley”. Y acá va mi apreciación: Varda estuvo casada con Jacques Demy en la época de “Los paraguas de Cherburgo”, pero después se separaron porque él se fue a vivir con un tipo. Durante la época de su homosexualidad, Demy no hizo una peli que valiera la pena, por lo que da que pensar que ella tuvo mucho que ver con “Los paraguas…” solamente por ser la autora de “Cloé de 5 a 7”, “Las cosechadoras y la cosechadora”, “La felicidad” y “Las playas de Agnés”. La inteligencia y genialidad de Varda está garantizada por el nivel de toda su producción, no por el azaroso signo de un film. Si detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, en estos casos la gran mujer debería haber ido adelante.

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La arquitecta Inés Moisset. Foto: Arq. Moira Sanjurjo

La arquitecta Inés Moisset me dice que nuestra profesión es un manual repleto de estos casos. Estoy reunido con ella y con Valeria del Puerto en el Galpón Estudio para hablar de un blog de mujeres: “Un día, una arquitecta”. Inés trabaja en el Conicet y coordina la materia de procesos innovativos de diseño para la Universidad Católica de Córdoba. Valeria es una arquitecta independiente que tiene, como yo, su propio estudio. Entre las dos enumeran los desplantes arquitectónicos que la historia les hizo a las profesionales mujeres. Se ríen por no llorar.

Mies Van der Rohe diseñó muebles mientras estuvo casado con Lilli Reich —empieza Inés—. Cuando se separaron y ella se fue a Estados Unidos, él dejo de hacer muebles; nadie entendió por qué. Louis Kahn, en su plan urbano para Philadelphia, inventó unas ingeniosas torres de estacionamiento armadas en base a tetraedros. Tenía a una geómetra por amante, Anne Tyng, descendiente de chinos y educada en la escuela del ingeniero italiano Pier Luigi Nervi. Lilli no figuró jamás como autora (o al menos coautora) de esos muebles modernos entre los que figura el sillón Barcelona, y Anne tuvo que hacer un juicio para que le pusieran un cartelito con su nombre en la retrospectiva del MoMA, debajo de las torres que había diseñado (o ayudado a diseñar).”

Patty Hopkins —continúa Valeria—, una profesional ligada al high tech del mismo nivel que los arquitectos Roger, Grimshaw o Foster fue borrada con photoshop del documental de la BBC ‘Británicos que construyen el mundo’, porque ninguno de los tipos que lo hacía podía creer que esa señora levantara grandes edificios plateados.” Las dos fotos —la que la tiene como protagonista y en la que ya no está— aparecen en la biografía de Patty y en el blog “Un día, una arquitecta”. Su marido, Michael Hopkins, salió por ella en el documental. Muchas veces detrás de un gran arquitecto hay una arquitecta que es mejor, pero… ¡borrada!

Inés asegura que cientos de mujeres actuaron en la historia de la arquitectura, pero sus nombres fueron eliminados ya por sus socios, a la hora de adjudicarse toda la torta, o simplemente por los críticos. Norberg-Schultz en sus libros nombra al arquitecto finlandés Reima Pietila, pero elimina del discurso el nombre de su socia y esposa Raili Pietila, aunque Reima explicara en las entrevistas que ella era la dueña de las formas orgánicas de los edificios que levantaban, justamente porque la chica había nacido en los fiordos y tenía esas imágenes en su cabeza. El gran Norberg y su goma de borrar la quitaron de la historia.

El blog que nombré es argentino. Fue gestado por las arquitectas Moisset, Cecilia Keisman, Florencia Marciani, Gueni Ojeda, Zaida Muxi y Daniela Arias. Unas cincuenta profesionales más lo editan a diario. O sea: cada día suben la obra de una arquitecta del mundo. En este momento están preparando la segunda temporada, con un lanzamiento que promete ser especial. El blog tiene medio millón de visitas, a unas mil quinientas por jornada. Cuando falleció Zaha Hadid tuvieron diez mil en cinco horas. También están en Facebook con unos quince mil seguidores.

Con el tiempo sumaron congresos en Bolivia, Buenos Aires, Córdoba y Mar del Plata. En octubre de este año harán uno en Barcelona. Desde el Guggenheim las están ayudando a completar un editatón de mujeres arquitectas para la Wikipedia.

Mientras Moisset habla de su trabajo como si fuera un campo de denuncias, una de las colaboradoras, Cayetana Mercé de ARQ, consultada telefónicamente, afirma que es un blog de valoración. Es lo que yo sentí al recorrer sus posts. Un secreto: si tengo que opinar sobre el género de mi profesión, me inclino a creer que es más femenina que masculina. Parece algo que tiene más que ver con la sensibilidad de las mujeres que con la nuestra. Por lo pronto hay que saber escuchar, condición que nosotros vivimos intentando alcanzar, la mayoría de las veces sin suerte. El buen oído es fundamental para la existencia de la armonía, me digo. Por otro lado, y también a título personal, mi otro oficio —la literatura— parece más femenino que masculino, sobre todo en los cuentos. Los ejemplos de mujeres cuentistas que admiro son brutales: Dorothy Parker, Flannery O´Connor, Lorrie Moore, Samantha Schweblin o Guadalupe Nettel. Te descuidás un minuto y cualquiera de esas cinco te duerme de un cross cortazariano de mandíbula.

Una argentina fue la que produjo en el mundo de la crítica arquitectónica el cambio en el modo de contar la historia: Marina Waisman. Sacarse el sombrero, por favor, el que lo tenga puesto. Los libros que básicamente se utilizaban hasta principios de los años ochenta venían de Italia y España, sin categorías latinoamericanas o con un alto grado de desprecio por las cosas de acá. Decían, por ejemplo, el barroco peruano es tal y tal cosa, pero siempre pierde ante el nuestro, verdaderamente italiano. O no existíamos, o moríamos en las comparaciones. Ella, Waisman, les cambió el chip. Educación, que le dicen.

Como para la educación son necesarios los libros, don Guillermo Kliczkowski de CP67 viene editando una colección de “Textos de Arquitectura y Diseño” por demás inclusiva, francamente maravillosa. Hay un libro sobre los objetos y acciones colectivas de la arquitecta brasileña Lina Bo Bardi firmado por Mara Sánchez Llorens, otro del estudio Sejima- Sanaa donde Aída Gonzáles Llavona nos relata el camino del estudio japonés desde la casa Platform hasta el centro Rolex, y otro más titulado “Las mujeres de la Bauhaus”, firmado por Josenia Hervas y Heras. Mujeres relatadas por mujeres. Este último libro no podría haber sido escrito, aclara Inés Moisset, si no fuera porque en la Bauhaus estaba Lucía Moholy-Nagy, periodista, fotógrafa y esposa del archiconocido Lazlo Moholy-Nagy. Lucía se ocupó de la difusión de todas las actividades de la escuela alemana, parada siempre justito detrás de la sombra de su radiante marido. Sospecho que pocas personas, además de Inés, conocen su nombre.

Valeria del Puerto está presente en la conversación como una de las profesionales festejadas en el blog Conozco su obra, es muy buena. Actualmente comparte sociedad con el arquitecto Sardín. Trabajan en edificios que tienen un toque ecologista en sus fachadas, y me cuenta que están con una obra grande, ganada por concurso, para Mongolia. Alguna vez confundieron a su socio con su marido, tal vez porque para la sociedad todavía es difícil de digerir que una mujer sea una diseñadora exitosa sin la ayuda de un tipo.

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La arquitecta Valeria del Puerto. Foto: Arq. Moira Sanjurjo

Mientras que a nosotros, arquitectos varones, la gente nos pregunta “¿vos hacés edificios, puentes o monumentos?”, a ella le han preguntado varias veces “¿hacés reformas, refacciones?”. Valeria acepta que tuvo suerte y estuvo bien apoyada en su carrera, por familia, amigos, docentes, pero le gustaría que el destino de una arquitecta no dependiera tanto de la suerte sino de la aceptación social. El Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo de CABA computa que hasta los 30 años las matriculadas son más que los matriculados. Pero el número va descendiendo paulatinamente a medida que crece la edad. A los 40 años ya son un poco menos de la mitad del padrón; a los 50, apenas un 30% y a los 60, un 20%. El CPAU en toda su historia tuvo una sola mujer presidenta, la arquitecta Teresa Egozcue. La Facultad de Arquitectura y Urbanismo también, una sola decana: Carmen Córdova, a quien volvieron loca a serruchadas de piso los gorilas de siempre. En la Sociedad Central de Arquitectos, reducto machista si los hay, las mujeres jamás logran llegar a nada que se parezca a tomar una decisión. La SCA brilla entre las organizaciones demodé del estilo del Círculo Militar, la Sociedad Rural Argentina, el Centro Naval (donde se regodean de tener salas a las que nunca entró una chica) o el patético Jockey Club.

Fuente > http://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/148787299715/detr%C3%A1s-de-los-hombres

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